LUZ INFIERNO (Relato- Primera parte )

 



        La policía se presentó impensadamente rápida, aunque no se supo quién la llamó.  Sin embargo, para entonces el vecino, un armario convertido en vendaval, le había tomado a Gu como ariete haciendo añicos la parte superior del cristal de la puerta de entrada al portal. El cuadro y el macetero con la sansevieria de la esquina, temblorosos tras los primeros insultos y amenazas vociferantes, apenas habían aguantado el empujón inicial, cayéndose y destripándose con el primer rebote de los cuerpos contra ellos. La correa del estuche de la guitarra se había partido en dos, despidiéndose del hombro del guitarrista y quedando en manos de aquel gigante. Había comenzado a golpear el instrumento contra la pared, sin molestarse en sacarlo de la funda, pero arrancándole sonidos quejumbrosos. Un agente, seguido de otros tres en fila, penetró en el umbral. Levantó su mano en señal imperiosa de alto y con voz gritona señaló... “quieto”, si bien le delató el gesto de súplica en su rostro, una vez que se hiciera cargo de la corpulencia del aludido.

     Después los operarios de una ambulancia, llegados en plena confusión sin que nadie lo notase tras unos diez minutos del fin de la contienda, procedieron a curar a Gu las múltiples contusiones y cortes que presentaba en cara, manos y brazos, consecuencia de la contundencia del agresor y de los inmisericordes restos del cristal.

     El enorme oponente, en tanto, era esposado y detenido sin oponer resistencia, por fortuna para todos, resignadamente, aunque sin poder reprimir una mirada asesina que golpeó a Gu en pleno rostro.

     Aquella había sido la consecuencia evidente de continuos desacuerdos entre los ocupantes del piso cuarto C y la música que se escapaba del piso inmediatamente inferior en que vivía Gu. “La música tiene estas servidumbres”, le había contestado el músico recientemente a su vecino al llamarle la atención por enésima vez. Y también esas palabras provocarían las repercusiones de entonces, en las que había olvidado pensar.

     Dolorido y maltrecho regresó a su casa del tercero C y encendió el ordenador. Tras el cierre definitivo del “Gaztetxe” donde ensayaban y el corto conflicto con el ayuntamiento, que había originado los enfrentamientos de los muchachos con la policía, se produjo una tregua en que los jóvenes inquietos, ácratas y creativos velaron armas y se recuperaron de las recientes batallas, mientras se curaban de los también recientes ojos morados, golpes y huesos rotos.

     En ese intervalo Gu realizó continuas y largas búsquedas de gente con intereses similares en la red sin éxito aparente, pero finalmente un tornado de contactos había traspasado los muros de las dudas iniciales y había puesto ante sus ojos grupos afines que se reconocían como espejos de sus aficiones, auténticos adoradores de Led Zeppelin, de Iron Maiden…

     Incluso había logrado contactar con gente de la misma ciudad que se podía animar a compartir alguna lonja de alquiler en la que desarrollar sus inquietudes musicales y encontrar un lugar para ensayar. Si además se hubieran apuntado a compartir el importe del alquiler la propuesta hubiera sido sublime, pero dichos seres escaseaban o tal vez vivían en Marte.

      La mayoría eran mensajes de aliento y ofrecimientos para incorporarse al grupo ya formado sin ninguna sustancia monetaria por medio. Pero de eso necesitaban menos. Sin embargo, por fin había recibido una comunicación de un personaje que pertenecía a un conjunto musical llamado Los Sin Bad que aseguraba querer ponerse en contacto y apostar por compartir gastos y gustos. Gu desconfiaba de la rotundidad de sus afirmaciones y compromiso. Su experiencia le decía que algo tan bueno no podía ser verdad. Pero, por supuesto, estaba decidido a intentarlo.

     Quedarían para una fecha, hora y lugar determinados.

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  Gu y sus colegas consiguieron acordar con los Bad la posibilidad de alquilar una lonja de un pabellón industrial situado en el extrarradio y aportar la mitad de la cuota.

     El único problema del local era que no resultaba lo suficiente amplio para albergar a los dos grupos a la vez. Además, la potencia de las conexiones eléctricas no sería suficiente y haría saltar el interruptor general del cuadro. Eso si antes no saltaban por los aires ellos o los pocos vecinos que vivían enfrente a causa de los decibelios.

     Tendrían que turnarse de forma coordinada. La solución parecía sencilla. Sólo que Gu quería disponer de la estancia la mayoría de las tardes y los fines de semana. Y en cambio los Bad…     ” también. No te jode. ¿Para qué queremos tener el local por las mañanas? Y lo de los findes habrá que discutirlo”, que decía su líder Yinky.

     Tras unas breves pero tensas tres horas, un sinfín de “birras”, insultos y menosprecios quedó claro que lo harían semanalmente de forma alterna, salvo que por alguna causa necesitasen variar los términos o algún día concreto. Los dos querían elegir y ser los primeros y tuvieron que echarlo a suertes. A Gu le correspondió el honor de iniciar la tanda.

     El primer día de ensayos todos parecían como críos con zapatos nuevos. A pesar de no estar insonorizada, la sala repelía los rasgueos y rifs de guitarra, las percusiones de platillos y bombos como si quisiera contribuir a un sonido perfecto, amplificando y aportando sonoridad y vibraciones nuevas e impensadas a sus viejos instrumentos, o también arrullando con sus ecos cuando convenía.

     La única controversia surgió como de costumbre entre Gu y Perc al debatirse qué deberían tocar.

    -No me jodas con tocar los temas de siempre. Ya es hora de levantar el vuelo y darle a nuestros propios temas. ¿Qué mejor ocasión que ésta para ello? – protestó Gu.

     - Todavía tenemos que acompasar al grupo y decidir el sonido que queremos para nuestras composiciones. Ya sabes que me gusta la marcha, pero creo que nuestra línea debe ser más… como diría…, más melódica y no tan machacona – le reprochó Perc.

     - Ni que fuéramos virtuosos que su única preocupación fuera afinar y acompasar los instrumentos. Pero prefiero acordar nuestras preferencias musicales y conjuntarnos partiendo de nuestras propias composiciones – sentenció Tec -. ¿Tú qué opinas Bj?

     Bj esbozó sólo un gesto de duda, entre incertidumbre e interrogación, o ambas cosas a la vez, como era su costumbre, sin decidir nada en concreto. Su timidez podía a veces sacar de quicio.

     -Yo qué sé…

     - Bueno en todo caso comencemos con el único tema nuestro que nos convence a todos hasta coger impulso, ritmo y altura musical – repuso Gu casi en tono de súplica -. Y en todo caso ¿qué tal si empezamos fumándonos unos porritos para coger la onda?

     Todos aplaudieron la propuesta, todos de acuerdo.

     Al cabo de muchos “petas”, birras y risas descontroladas, el debate giró acerca del nombre del grupo. Las alternativas estaban entre los “Stock Hada” y “Ella Cul Acción”, aunque no lograban decantarse por ninguno. Tampoco tenían definida su imagen, si bien lo dejaban a la iniciativa individual. Pese a que Gu no podía aguantar el aspecto un tanto pijo a veces de Perc, nunca se había llegado a discutir por ese asunto. Ahora bien, las puyas, chistes y tomaduras de pelo estaban a la orden del día.

     Gu mostraba una personalidad enérgica, arrolladora y simpática, muy entusiasta; tenía el pelo largo y lacio, un pendiente con una estrella y una luna creciente, el tatuaje del yin y el yang en la mano izquierda, y vestía un chaleco negro, camiseta negra de Led Zeppelin y pantalón vaquero clásico. Su instrumento era la guitarra, todo tipo de guitarras, y transmitía a las cuerdas una imaginación desbordante.

Por su parte Bj era una persona taciturna y callada con una mirada muy intensa. Apenas se peinaba su pelo encrespado al modo de Keith Richards de los Rollings, escondía un tatuaje de un murciélago que le ocupaba toda la espalda y portaba camiseta negra de A.C.D.C., una chaqueta larga y pantalones muy ajustados. Tocaba el bajo como nadie, a veces emulando a su ídolo Jaco Pastorius, pese a ser un instrumentista de jazz.

     Perc aparentaba más edad que los otros al tener el pelo casi al cero y con entradas, pero era de la misma generación. De hecho, se habían conocido en el instituto. Aunque de educación académica, su atavío consistente en un polo azul de la marca Lacoste combinado con pantalones acampanados no era demasiado académico. Su temperamento le hacía parecer una persona demasiado reglamentaria, tan cuadrada como su cabeza. Decía con ironía y también con cierto orgullo que “era el mejor batería del grupo y casi del mundo”.

     El cuarto componente, Tec el de los teclados, pelo rubio largo y ensortijado recogido con una cinta, exhibía un pentagrama tatuado en el cuello, el símbolo de la anarquía en el brazo derecho y un escarabajo en el izquierdo, portaba una cruz satánica en la oreja izquierda y una cruz tau en un pequeño collar. Se podría decir, tal y como todos decían de él, que era un “raro”, hecho que le otorgaba cierta fama y reputación, y provocaba una evidente inquietud. Aunque reservado, solía manifestar opiniones muy controvertidas y sus criterios siempre eran tenidos en cuenta. Su aspecto se completaba con una camisa blanca con dibujos de ondas en pedrería, vaqueros rosas y botas camperas.

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     Después de unas semanas de pruebas empezaban a sentirse cómodos en algunas composiciones. Incluso podía darse el caso de conjuntarse sorprendentemente bien a su propio juicio, llegando a introducir improvisaciones en los teclados y en las guitarras que originaban el disgusto de Perc. Su base rítmica tan marcadamente clásica y metódica difícilmente admitía tales invenciones y salidas de tono. Para él la palabra experimentación no existía. En su opinión el margen, los límites en la composición establecida, la contención eran la regla de oro. Todo tenía su tempo y su criterio.

     Aquel día de la semana les tocaba utilizar el local por la mañana y una vez agotado su tiempo mientras esperaban fuera los miembros de los Bad, terminaron saliendo en plena discusión sobre la necesidad o no de introducir innovaciones.

     En la puerta Yinky y los suyos no podían dominar las carcajadas antes de tomar posesión del antro. Venían “puestos” de todo, en otras palabras, repletos de speed, porros… y probablemente alguno incluso de “ácido”. El descontrol generalizado, salvando el caso del propio Yinky, el batería, así lo atestiguaba. Las bromas y pitorreo acerca de la disputa entre los salientes y la ejecución de los temas arreciaron.

     - Eh, Gu, deberías comprarte un violín para acompañar a Perc, Tec y Bj, sería la única forma de componer un cuarteto de cuerdas, piano y timbal – ironizó el batería.

     - Mejor que se eche una viola y así también el nombre de su instrumento tendrá algo que ver con el sexo porque parece que toca con los huevos en vez de con la púa – apostilló exagerando aún más Maxi, bajista del otro grupo -. O aun mejor, que traiga un bate y les dé en la cabeza. Así sonarían tan a hueco como su música – y reforzó la risotada.

     - Venga, salid a pegaros fuera Beach Boys, id a tostaros al mar, que para lo que hacéis aquí… -remató el guitarra de los Bad.

     - Vamos, mamones, no sé de qué os reís, si las Vulpes tocaban mejor que vosotros, seréis hijos de mala madre –les enfrentó Gu, aunque con cordialidad.

     Muy a su pesar, los Bad sonaban por entonces bastante bien, con energía, muy sueltos, y bastante mejor que ellos, tenía que confesar Gu.

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     Con el paso de los días los encontronazos y desacuerdos sobre el tipo de música que desarrollaban entre Perc y el resto de los componentes alcanzaron tintes peligrosos. Había que resolverlo sin demora y tomar una determinación. Ese sábado de junio, la solución estaba más cerca de lo que sospechaban.

     Mientras los músicos del otro grupo aguardaban fuera del local prácticamente tirados por el suelo después de un día y una noche (o tal vez más) seguramente agotadores, en el interior de la sala Perc comunicaba al resto que abandonaba el grupo, por lo cual deberían buscarse otro batería, ya que estaba harto de soportar tantas críticas. Y dicho esto, recogió lo que pudo, dejando allí para otro día el resto de su instrumental.

     -Nos vemos –se despidió en tanto salía por la puerta.

     Y así dejó perplejos a los demás, dubitativos y sin saber qué contestar. Gu iba a tomar la palabra cuando entró a la estancia Yinky solo.

     - ¿A qué vienes…? Si quieres reírte, búscate otro día que no está el horno para bollos – le advirtió Gu.

     - Perdonadme. Ya sé que la cosa no ha ido todo lo bien que esperabais. Pero sin querer he oído parte de la conversación y yo también os tengo que decir algo y haceros una propuesta. En los Bad tampoco va todo como debería. Mejor dicho, ni siquiera va. Como veis los he dejado fuera y ni se han dado cuenta. Están completamente dormidos. Esta última temporada esto está a la orden del día. Se pegan unos pasotes tan bestiales que los días de ensayo o de grabación es un completo desastre. Así que sólo me queda proponeros que, si lo veis bien, yo puedo pasar a formar parte de vuestra peña como uno más. Si os parece, lo discutís y cualquier otro día quedamos para tomar unas birras y nos ponemos de acuerdo. Sólo os puedo decir que lo mío es la música, tíos.

     Bj, Gu y Tec regresaron al centro de la villa prácticamente callados. Cuando el coche de Tec se detuvo cerca del bar en el que solían quedar, éste último tomó la palabra…

     -Me parece, tíos, que su ofrecimiento merece la pena. Al menos deberíamos probar. A falta de otra cosa…

     - Estoy de acuerdo. ¿A ti qué te parece Bj? – pulsó Gu la opinión del miembro restante.

     - Bue… Si lo veis bien, pues vale.

     Ingresaron en el antro oscuro en el que a esas horas apenas había parroquianos. Únicamente un borracho habitual consumía su quinta copa. Ocuparon un habitáculo apartado que les cedía el propietario.

     -Ey, Sam, ponnos unas birras- le dijo Gu al camarero, aunque se llamaba Patxo.

       Consumidas las dos primeras rondas, las imágenes de un conjunto musical les hicieron alzar la vista a la televisión, que intercalaba actuaciones musicales con una entrevista de un representante político…

         > -“Casi todos estos grupos gozan de una impunidad manifiesta y participan de una iniquidad radical que se revela proclamando su rebeldía antisocial, y que desoye cualquier consideración de respeto a la ciudadanía y la convivencia.

     Esto les hace ser cada vez más violentos y constituir un riesgo para toda la comunidad. No podemos consentir…”<

     Después de otra secuencia de un grupo musical, pareció tomar la palabra contestándole un portavoz de una organización de jóvenes…

        >-“El efecto inmediato fue mandar a sus hordas de policía para realizarnos un control exhaustivo, cuya consecuencia resultó ser una comunicación de uno de estos lacayos informándonos de la incoación de un expediente informativo relacionado con las molestias causadas a los vecinos, y cuya supuesta prueba era una medición sonora efectuada sabe Dios cuándo y que había resultado positiva.

     El efecto consiguiente sería, seguro, una sanción económica, léase multa importante, y un apercibimiento de cierre.

     Nuestra respuesta en principio no podía ser otra que la guerra total a los politiquillos trepas de turno, para lo cual convocaremos pronto a todo aquel que se haya sentido lesionado al no disponer los jóvenes de un local en el que desarrollar nuestras inquietudes. Más aún cuando los vecinos y ciudadanos en general nos apoyan y…”<

     Evidentemente la emisora debatía el reciente tema del cierre del Gaztetxe y los conocidos enfrentamientos subsiguientes en que ellos participaron, sucesos que les condujeron a ser identificados por la policía para ser multados posteriormente. También se llevaron dos ojos morados, tres chichones y dos costillas rotas, además de marcas de porrazos sinnúmero, eso sí, repartidos con el resto de los jóvenes.

     No había caso. Seguirían las protestas, pero ellos tenían la sartén por el mango. La sociedad seguía debatiéndose entre la permisividad y el apoyo a los movimientos sociales y de jóvenes. Sin embargo, la urgencia mayor para todos estaba en la economía precaria y en la corrupción política, tan extendida que unos se tapaban a los otros. Y nadie parecía poder cambiarlo. El comentario general era que si se les pillaba in fraganti nunca dimitían a la espera de librarse en última instancia, o en la Primera Instancia si era posible.

     A Gu le vino a la cabeza la proposición de Yinky. Tras fumarse unos canutos, les expuso a sus colegas su reflexión.

     -Mirad, tíos, la cosa está clara. O nos quedamos sin ensayar o nos buscamos la vida con otro batería.

     - Pues yo no conozco ningún otro que nos pueda servir ni por referencias. Así que a falta de pan… ¿Tú qué opinas Bj?

     - Creo que la cosa está jodida.

     - Bien. No tenemos otra opción. Le diremos a Yinky que probaremos con él. Me parece que su grupo se está disgregando por lo mucho que se pasan con la coca y el caballo. Por otro lado, que sepáis que ese tío no toca nada mal. Lleva el ritmo como Dios y encima me parece más creativo y enrollado que Perc – sentenció Gu.

     - Vale, pues. ¿Un porrito? – indicó Tec.

     Todos se pusieron de acuerdo.

     Después de unas breves estampas de un tema musical, volvieron a emitir en la televisión una nueva declaración de un representante municipal…

     >- “La voluntad del consistorio está a favor de los jóvenes. Pretendemos, en la medida de lo posible, ayudar y vehicular su formación y aficiones con alternativas de ocio posibilistas. Postulamos colmar sus aspiraciones poniendo a su disposición los medios de que disponemos. Pero nunca podremos permitir que hagan uso y abuso del libertinaje, apoderándose por la fuerza de propiedades privadas cuyos dueños evidentemente reclaman de la autoridad judicial que sean repuestas a sus titulares legítimos. Porque si no…”<

     Al cabo de unos segundos de actuaciones de Rock entre las que le pareció a Gu distinguir unos rifs de Deep Purple, repitió el representante de los jóvenes…

     >-“Quieren hacernos comulgar con ruedas de molino. En la villa hay propiedades abandonadas y en desuso que bien pudieran ser de utilidad para acoger el conjunto de iniciativas creativas y sociales de esta juventud. Además, las adecentaríamos y conservaríamos para beneficio de todos. Pero los politiquillos no están por la labor…”<

     Oscurecía y Gu había prometido a su madre que estaría en casa para la hora de la cena. Tenía turno de noche y prefería tener a su hijo a la vista sano y salvo antes de marcharse.

     Había decidido quedarse en casa esa noche. Cogió la guitarra con la intención de rascar las cuerdas un poco y repasar ese punteo que tanto le costaba. Iba a poner el amplificador cuando los cortes en la cabeza y las costillas le recordaron a su vecino, así que desistió.” Lo cierto es que no deberían habérselo llevado detenido. Pero se había pasado tres pueblos golpeándole”, pensó.

     Llamaría a Verónica y, después de tocar algo bajito, cuando su padre ya estuviera roncando, la haría entrar a su habitación y entonces tocaría otra cosa muy interesante. Parecía un buen plan. La noche prometía.

     - ¡Sí, señor, a ver si tocamos pelo!

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