GEMELAS (Relato)

 



        Ahora me arrepiento de tantas cosas que he hecho como de otras tantas o más que no he conseguido llevar a cabo. Pero, sin duda, muchas de mis acciones han sido de obligado cumplimiento. Al tener que dilapidar todo mi peculio, todo lo que había atesorado en los últimos diez años, como consecuencia de juicios y como pago por sortear los límites de la ley, incluso pisando los márgenes, mucho había cambiado mi vida.

     En ocho años desempeñando un importante cargo institucional de administración en la ciudad, mis relaciones en los distintos departamentos de urbanismo crecieron al mismo ritmo que los conocidos en el ámbito empresarial y en la gestión financiera. También accedí a los sofisticados procedimientos de los paraísos fiscales. Sin embargo, con la crisis cambió el ritmo de corte y fraccionamiento del pastel. Aquel que más pedazo reclamaba acabó siendo el chivato, al no cumplirse sus expectativas, lo que en medios de prensa y en los juzgados denominaban informante protegido. Así ocurrió en el caso “concursazo”, según el apelativo de los inspectores policiales.

     Fue realmente difícil conseguir que se perdieran gran parte de las pruebas, expedientes y un sinfín de documentos básicos para el caso. Pero, aprovechando el traslado de una sección del departamento dedicado a la custodia y clasificación de elementos probatorios, fue posible distraer aquellos que me incriminaban particularmente. No obstante, hubo que hacerlo sin que se notase excesivamente, salvo en el montante monetario destinado a untar a alguno de los responsables y custodios con el fin de lograr cegueras temporales y lavados de conciencias muy caras.

     Traté de reconducir aquella situación, pero no me atrevía a llamar a ninguna puerta. Aun así, ante la necesidad me vi obligado a ponerme en contacto con aquel que yo consideraba mi mejor amigo. ¡Hubiera dado mi brazo por él! Desde muy niños habíamos pasado muchas aventuras y vicisitudes juntos. Para mi sorpresa me respondió: “no es un buen momento para reunirse contigo, me encontraría en una situación comprometida y mi credibilidad estaría en entredicho; está en juego mi futuro y el de mi familia, a la que no puedo involucrar”. Me reprochó el ponerle en un compromiso, por lo que no me comportaba como un verdadero amigo. Añadió que estaría dispuesto a ayudarme en lo que hiciera falta, incluso en un sentido económico, siempre y cuando estuviese en sus manos y en sus posibles, porque creía que se lo debía a nuestro pasado común. Si bien, por otro lado, me pidió que lo reconsiderara por cuanto esos favores acababan minando las amistades más sentidas y él no deseaba tal cosa. Y, en cualquier caso, debería elegir un momento más propicio y oportuno para concertar una entrevista.

     Entendí que mi presencia pública con él le pondría en un brete, pero… “¡qué narices!, ¿no le había ayudado yo cuando se arruinó o cuando trataron de extorsionarle?” No obstante, entendía que todo lo relacionado conmigo era un campo quemado. Y lo mismo me ocurría al cruzarme y saludar a cuantos representantes políticos había frecuentado a consecuencia de mi puesto y mi negocio o cuando entraba en muchos locales a los que habitualmente acudía. La mayoría de los conocidos ponían inmediatamente tierra de por medio o aducían cualquier excusa para alejarse.

     La suerte fue coincidir con Elena en un departamento del Ayuntamiento y luego en la cafetería próxima. Ella no me rehuyó. Estaba muy deprimido y ni siquiera me había fijado en su presencia. Muy al contrario, fue ella la que se interesó por mí. Tengo que reconocer que mi aspecto ha sido siempre bastante cuidado. Me he preocupado de mantenerme físicamente en forma, acudiendo asiduamente al gimnasio y a centros de estética, y creo ser bien parecido. También debo confesar, en parte para mi desprecio, que frecuentaba casas de citas de cierto standing y que hasta ese momento me podía permitir. Quizá eso fomentase de alguna manera mi apetencia y en cierto modo mi vicio, ya que acudía al menos uno de cada dos días. Si bien, por contra, eso me hacía desenvolverme como pez en el agua en diferentes ambientes femeninos y me proporcionó su curiosidad por conocerme y el encanto que sedujo a Elena. Primeramente, me tuvo un tiempo en observación, según creo, y, finalmente, fue ella la que se me aproximó e invitó a una copa. Aquel mismo día me pidió el teléfono para quedar con posterioridad. Eso ocurrió apenas dos días después y, ya sin dilaciones, me propuso hacer el amor, como así hicimos en el primer hotel que nos cruzamos.

                     **********************************

     -Allí estaba, reconcentrado en sus problemas, reflexionando, buscando una salida negociada con sus socios para los pleitos que aún le quedaban por superar. Cuando le seguí saliendo del Ayuntamiento seguro que no se podía creer la suerte que había tenido de salir libre, sin penar en prisión, después de las muchas denuncias de sociedades privadas y de estamentos oficiales que le perseguían estos últimos años. Ni se imaginaba que había sido yo quien había movido los hilos tanto para imputarle, quitándole de en medio en asuntos que me concernían, como para sacarlo de los procesos derivados de aquellos sobornos y negocios fraudulentos y prohibidos. Me pareció encantador cuando conocí que estaba involucrado en casi todo tipo de desfalcos, uso de informaciones privilegiadas o reservadas, blanqueo, delitos societarios y fiscales, etc., etc. Solventarlos tapándolos o presionando directamente a cada uno de los individuos impulsores de su declive y ulterior ruina fue sencillo, una vez desentrañado el mecanismo o la fórmula adecuada. Además, él era conocedor de muchas triquiñuelas legales. Llevaba tiempo sorteando las fronteras de la ley y eso podía servirme en futuros problemas. Por otro lado, el chico no está nada mal. Podría servir para otros menesteres.

     Resultó simple lograr que se prestara a darme ayuda en ciertos tratos turbios. Se comportó como el típico caballero medieval ante una dama en apuros. Después de explotar su vanidad, asegurándole que era un personaje conocido por su talento en las esferas financieras, reflotó su autoestima llegando a los más altos niveles de fatuidad. ¡Qué hombre no se convierte en una marioneta endiosándolo con el elogio! Ya le enseñaría yo quién dominaba y escribía el guion de nuestros tratos. Y, sin embargo, lo cierto es que me interesó su desenvoltura en el engaño y el fraude. También debo decir que su imagen pública y su atractivo junto con la soltura, frescura y desenfado lo hacían cautivador.

                    **********************************

     Al cabo de una semana Elena y yo éramos inseparables y en sólo tres meses estábamos pensando en legalizar nuestra relación.

     Ya para entonces conocía a Adela, su hermosa hermana gemela, una muñeca rubia y modosa de preciosa naricilla. Mientras Elena era una mujer de negocios desenvuelta, contumaz y muy activa, Adela se comportaba como la timidez personificada, muy hogareña y vergonzosa. Los propios rasgos faciales delataban su parentesco genético, pero lo que en esta era una tez blanquecina y unos rasgos delicados, la piel morena al igual que la melena y los perfiles más rectos de su hermana le otorgaban una imagen irreductible e imparable.

     Eran dueñas de una extensa herencia consistente en varias alquerías y terrenos rurales, un importante paquete de acciones en una de las industrias eléctricas punteras, pisos en la ciudad… Sin embargo, lo que verdaderamente les había proporcionado su enorme riqueza provenía de varias casonas y las muchas hectáreas de terreno que bordeaban el río y la propia ciudad. Se beneficiaron además de la recalificación de las mismas como urbanizables en el nuevo plan de ordenación urbanística. De tal modo que su venta o alquiler les produjo pingües réditos.

     El frecuentar su compañía fue el principio de mi extraordinario calvario y mi tortuosa resurrección. Desde el primer día nupcial nuestras relaciones resultaron una difícil prueba tanto física como mental. Nos sometíamos a sesiones carnales maratonianas y a exquisitas especialidades sensuales. En cuanto a lo intelectual, yo tenía cierta educación y cultura, pero ocurría que me sometía a continuos exámenes de ingenio, me retaba a la búsqueda de soluciones en problemas de índole bursátil, gerencial y de negocios en general. Como consecuencia de mis deslices y compromisos en instituciones como Hacienda y los juzgados de lo social y lo mercantil, producto de los innumerables pleitos que había tenido que superar, me había convertido en un lince en materia legal y financiera, desenvolviéndome a la perfección en esas áreas. Si hubiera dispuesto de mi propio capital en esos momentos hubiera acabado siendo el rey de las transacciones.

     En la misma medida, aunque en otro orden de cosas, me vi determinado a dominar artes amatorias nuevas con sus emocionantes técnicas y posibilidades. En uno de aquellos encuentros fuimos sorprendidos por su hermana y, para mi estupor, ninguna de las dos se sintió violenta. Aún más, la apocada Adela se reveló como una apasionada de todo lo que tenía que ver con el sexo. Según ella sólo conocía las veleidades y exigencias del amor por sus lecturas. Pero ¡cómo las conocía! No salía de mi asombro al preguntarme Elena si tenía algún inconveniente en que Adela se uniera a nuestros contactos. Increíblemente la hermana se acopló a nuestros juegos cual maestra consumada, proponiendo innovaciones y fórmulas que nos proporcionaban extraordinarias fuentes de placer insospechado. Con la pérdida de la virginidad de Adela, muy deseada y nada traumática, se mostró como una entusiasta hedonista y transformó su presunto temor inicial en temeridad. De hecho, incluso iniciamos desconocidas prácticas, al menos para mí, en que yo me veía atado, fustigado y torturado, llegando a un clímax extático desconocido para mí. No podía imaginar que el sadismo y el masoquismo pudieran hacerme palpar la cúspide del deleite y la satisfacción. Ahora bien, cuando el acto sexual se combinó con el rito de la asfixia el orgasmo sobrepasó todo lo imaginable.

     En unos pocos meses me había hecho con la dirección de sus productivos negocios, sobre todo en lo concerniente a la fiscalidad de los mismos. Gracias a mi experiencia para no acabar con mis huesos en la cárcel fui comprendiendo y deshaciendo el ovillo de sus tantos éxitos comerciales y sus muchos rendimientos lucrativos. Elena debió notar que algo barruntaba en torno a sus muchas inversiones y especulaciones tan productivas, por lo que me confesó que no todo era el simple efecto de su celo y visión comercial. De este modo, supe que entre sus conocidos y conocimientos estaba un abigarrado cartel de negociadores ventajistas y de practicantes de la extorsión al más alto nivel, cuando no se trataba de auténticos delincuentes, mafiosos y sicarios. El objetivo era llevar a cabo su comercio lo más rápido posible y de la forma que fuera sin reparar en si los medios eran legales o no.

     Así también me ofreció solucionar del mismo modo mis asuntos pendientes o incluso devolver con la misma moneda a quienes habían sido la fuente de mi desgracia. No me puedo reprochar llevarlo a cabo como consecuencia. Comprobé que, en efecto, la venganza era otra de las grandes satisfacciones, sobre todo cuando le tocó el turno a mi antiguo querido amigo, el cual nunca supo de dónde procedía el golpe que lo llevó a la quiebra.

     En otro orden de cosas, lo mismo que tuve que asumir el control de la economía familiar adquirí la preeminencia en materia sexual. ¡Y cuántas veces me he servido de mi encanto personal para lograr todo tipo de ventajas! Me sabía mal tener que engañarlas un poco para mantener mi posición privilegiada entre dos ninfas encaprichadas conmigo, pero en compensación tuve que convertirme en su juguete erótico preferido. Sin duda, ninguno de los instrumentos comprados en un sex-shop les proporcionaba tanto gozo como yo. Y mi capacidad en ese rango de potencia y apetencia era digna de encomio.

                       *************************************

     No se me hizo complicado perfilarme como una víctima propiciatoria y desvalida. Desde muy pequeña había adoptado ese papel. Pese a que mi hermana no me llevaba más que unos minutos de antelación al nacer, el instinto de protección de Elena se desarrolló con prontitud. Ella era muy independiente, aunque estaba un poco confundida en cuanto a la dependencia respecto a su persona que me atribuía. Si bien es verdad que he preferido mantenerme en un segundo plano o directamente al margen en la sociedad fruto de nuestra herencia, por pura comodidad, no es menos cierto que en otras facetas más enfocadas al arte, la literatura o la imaginación era un ser libre. Mis observaciones y estudios respecto a la ficción o el ensayo erótico llegaron a ser casi una obsesión.

      Esto me llevó a frecuentar ciertos ambientes de los bajos fondos y lugares de alterne, alguno de ellos fruto de contactos en las redes sociales, durante los periodos en que Elena faltaba de casa con motivo de sus negocios y viajes de placer. Necesitaba contrastar lo leído con el plano real. Fue en estos círculos en donde conocí a Petrov y sus amigos dedicados al robo, el chantaje y el asesinato. Y tampoco fue complicado hacer creer a mi hermana que había sido objeto de un robo y que me amenazaban de muerte si no les entregaba cierta cantidad de dinero. Cuando me quiso llevar a denunciar los hechos, indignada, y contratar unos guardaespaldas, no me costó convencerla de que era mejor reconducir esas amenazas y utilizar esas relaciones en nuestro propio beneficio, convenciendo a mis agresores, previo pago, para servir a nuestros intereses con sus especiales habilidades. Unos abrazos y besos más unas lágrimas fingiendo temor y desesperación allanaron el camino y terminaron por eliminar las trabas que ponía Elena. Me sabe mal engañarla, pero ya es hora de dar rienda suelta a mis dotes de interpretación y tomar el mando en la familia. Y también era el momento de poner en práctica toda la información adquirida en mis muchas noches en vela por la lectura de novelas eróticas y pornográficas, ¿por qué no?

     Este era el tiempo oportuno de ponerme al día y tomar la batuta de nuestras vidas.

                        **************************************

     En fin, que me equivoqué un tanto quizá con la persona con la que me casé. Pero a cambio de eso conseguí dos por una. Ellas son mi válvula de escape y el recreo de mis horas perdidas. Y he de reconocer mi entusiasmo por ser su juguete y que jueguen conmigo cuanto quieran, aún a riesgo de mi vida. Además, sé que si quisiera huir o revolverme en su contra acabarían conmigo en un abrir y cerrar de ojos. También llegó a mis oídos que a sus amigos se les había ido la mano con quien fuera mi mejor amigo y había desaparecido del mapa cuando intentó atacarlas.

 


Comentarios

Entradas populares de este blog

INVENTO MUNDOS (Poema)

MI CABEZA EN TU REGAZO (Poema)

EL CONCURSO SEMINAL (Relato- Segunda parte)