LA HORA DE ATRÁS : Parte I (Relato)
Envuelta entre las sábanas del hospital después del último sueño, se dio cuenta de su situación. Encontrar aquel anuncio había sido la perdición de la joven Adela:
“Se busca compañía para un viaje de pasado-futuro. Pasaremos por la India. Yo me encargo del viaje. El resto de gastos a compartir. Si te interesa llama al teléfono 5554554 y pregunta por Sky”.
En un principio no le había hecho mucho caso. Pero cuando los problemas con sus padres le hicieron tomar la decisión de marcharse porque ya no les aguantaba, le vino a la cabeza el mensaje del periódico. A la tercera llamada en un periodo de diez minutos una voz meliflua contestó y le propuso citarse en una sala de conferencias próxima al centro.
Estudiante mediocre, pero artista con una mano delicada, su talento pintando le hubiera podido proporcionar un futuro como dibujante de comics, ilustraciones o como decoradora. Sin embargo, se había tenido que dedicar a hacer de modelo para estudiantes de pintura. Su maravilloso cuerpo y su rostro angelical habían colaborado en esa suerte de labores. En ocasiones, la prostitución más o menos encubierta había resultado ser la otra vía, una vía muerta y una línea que no quiso traspasar.
Con aquella entrevista de la reseña del periódico había empezado a girar la rueda de la vida en una dirección imparable. Al recordar esos momentos, enseguida le venía a la cabeza la imagen de unos ojos desprovistos de pestañas, caídos y con una peca sobre el pómulo izquierdo. Una mirada fija e intensa. Aquellas pupilas abandonadas en unos globos oculares enormes y en una cara descompuesta pertenecían a Sky y eran el producto del abrasamiento, al parecer a causa del descuido de unos padres indolentes que provocó un incendio en su hogar.
Le costó encontrar la dirección proporcionada por la voz del teléfono. Una calle desierta, un edificio impersonal, un antro de reuniones desprovisto de todo letrero. Si hubiera hecho caso a su primer impulso de marcharse, ahora no estaría en esa situación, pero decidió entrar. Y penetró en un recinto que parecía abandonado, de no ser por la docena de personajes estrafalarios sentados en sillas distantes entre sí. Era una nave de techos bajos y con enormes agujeros, plagada de desconchones y residuos que pudieran llevar depositados largo tiempo allí.
En una tarima, un conferenciante ante una mesa desplegable y con un micrófono en la mano conectado a un altavoz derramaba su voz por las esquinas. Enormes gafas de vaso, pelos blancos en una melena revuelta cual genio o loco y metido en un mono gris, que se desgañitaba por transmitir sus conceptos con una gesticulación excesiva, propia de un mimo.
No entendía nada. La conferencia- debate versaba sobre asuntos relacionados con la relatividad, un tema que Adela había oído nombrar en alguna de sus clases de bachillerato sin prestarle demasiada atención. Su mente estaba conectada a uno de los innumerables dibujos del bloc que portaba siempre y al que aplicaba toda su dedicación.
Las gruesas gafas del ponente, de una edad difícil de determinar, se movían al ritmo de unas cejas casi inexistentes y de unas manos que no dejaban de dibujar círculos en el aire, como queriendo circunscribir la perspectiva de todas las miradas a un imaginario ojo de buey en el costado de un barco. O tal vez como señalando una circunferencia en la que convergieran toda la suma de puntos equidistantes en un único centro, su propia cara. Al mismo tiempo, efectuaba un recorrido ininterrumpido por la tarima mientras giraba, estiraba y encogía su cuerpo recalcando alguna palabra, algún matiz, del mismo modo que lo haría si quisiera demostrar a la vez el movimiento rotatorio y de traslación de la tierra.
>”… Si las partículas subatómicas viajan en el tiempo, en el sentido de lo que entendemos por nuestra medición temporal, avanzan o atrasan dependiendo del punto de vista del observador, como se ha demostrado matemáticamente, porque […]Ya sé que es un tanto absurdo o paradójico, pero aun así…, suponiendo que un viajero del espacio hiciera un periplo en una nave a una velocidad impensada para nuestros limitados cerebros de hoy y conservase la conciencia y el sentido del presente (algo aparentemente imposible, claro). O suponiendo que pudiera desdoblarse en una doble conciencia: la del hombre que espera fuera de la nave y la de ese mismo humano en el interior de la misma. Si aumentase la velocidad hasta el límite aproximándose a la asíntota y por tanto a una variable infinita, aunque sin rebasar el límite, claro, ¿qué proyección se operaría en la percepción?: ¿se produciría un enfoque parcial hacia el futuro?, ¿un desfase orientado al pasado? Dependería, claro, del punto de vista adoptado.
Tomando en consideración la postura más admitida, la de Stephen Hawking, parece ser que desde el interior de la nave la visión del yo anclado fuera sería la de un ser que envejeciera a un ritmo vertiginoso. Incluso pudiera ser que lo viera desaparecer y retrotraerse a años, lustros o incluso siglos antes de su nacimiento teórico en el exterior del transporte. Un absurdo, una sinrazón. Menudo dislate, ¿verdad?
Si, por otro lado, tomáramos como referencia la perspectiva del que aguarda fuera de la nave, se produciría una retención progresiva del transcurso espacio- temporal a medida que se produjera la aceleración, hasta darle la sensación de que la imagen proyectada en el interior del transporte acababa deteniéndose. Podría incluso darle la sensación de que el viajero rejuvenecía.
En otras palabras y sólo lo mencionaré como un contrasentido… ¿podría verme a mí mismo como un niño o como un anciano?, dependiendo desde dónde mirase. Y lo que es más terrorífico… ¿podría ver la desaparición de todo? Porque además pudiera acontecer algo que ya está en el enunciado más actual de la física cuántica. La proyección pudiera ser hacia un futuro cíclico que reinventase el decurso temporal, enfocándose hacia el comienzo de todo, y retornar como al principio del ente y de la energía, y que siguiera siendo el futuro, un futuro pasado.” <
Adela no comprendía ni tan siquiera la mitad de los términos, como para entender el complicado sentido de las nociones expuestas. Aburrida y enojada por haber perdido el tiempo, al igual que parecía haberle ocurrido al conferenciante respecto a las ideas expuestas, y sin haber contactado con su cita, se dirigió a la salida. En ese instante, unos ojos descarnados y casi sin párpados pegados a un rostro indefinible se interpusieron en el umbral. Tras un primer sobresalto ella se rehízo.
- ¿Me buscaba a mí? ¡Hola, soy Sky! – saludó ofreciéndole un apretón de manos.
- Es usted el del anuncio, supongo – le interpeló Adela con una interrogación y algo más en su entrecejo.
Sky debió entrever una cierta sensación de pasmo y espanto en su rostro, puesto que, además de comprender la obvia pregunta implícita de la confirmación de su identidad, respondió…
-En efecto, soy yo. Y no se atemorice por mi aspecto. Es sólo el resultado de un accidente familiar y la no menos evidente escasez de medios para recomponer mi cara con una buena cirugía. Por favor, no me considere un bicho raro como la mayoría de los especímenes congregados en este tugurio. En todo caso, entre los aquí reunidos los hay mejores y peores, con más y menos poder. Pero incluso entre los pobres alfeñiques debemos conservar un mínimo de dignidad o resignarnos a estar muertos.
Adela se quedó perpleja ante esa declaración, no comprendía a qué se refería su interlocutor. Aun así, hizo un mohín como de estar al cabo de la calle y hacerse cargo de todo.
Él la acompañó al exterior. Con aquel individuo a su lado el despoblado callejón del extrarradio parecía aún más aislado y desolado que a su llegada.
-Veo que los conceptos vertidos por el orador no le han sorprendido lo más mínimo. O quizá no han llegado a suscitarle el suficiente interés – le cuestionó con las palmas boca arriba, queriendo afianzar al mismo tiempo su sentido de interrogación y su inocuidad.
- ¡Oh, no me entienda mal! Soy una profana en estas materias. Lo mío es el arte, por decirlo de alguna manera. Aunque debiera decir que nada es lo mío en realidad porque… Pero está claro que esto no le debe importar mucho. Disculpe. Lo cierto es que me he equivocado de lugar, este no es mi sitio. No debería haber venido.
- ¿Cómo sabe que este no es su sitio? Tal vez éste sea precisamente su lugar en el espacio-tiempo – dicho lo cual se rio aparatosamente.
Al darse cuenta de que sus respectivos discursos seguían sin compenetrarse, terminó de forma abrupta su risa y continuó hablando…
-De verdad, no se sienta intranquila. Soy inofensivo. Aunque sí pretendo que se sincere conmigo y colabore en un proyecto en el que voy a necesitar de su ayuda. Ese es el origen del mensaje en el diario. Pero vayamos al principio, a la raíz, como pretendía el conferenciante cuando nos hemos ido. Me presentaré. Soy Lorenzo Expósito, estudiante de último curso de Físicas en la universidad pública, y mi propósito es convencerla de que se anime a cooperar en una tesis doctoral con la que pretendo rematar mis estudios. Antes que el doctor Salido, el de las gafas en la sala de conferencias, he disertado yo sobre un tema colateral al emitido por él.
- De verdad, lo siento. Me lo he perdido. Pero creo que en cualquier asunto relacionado con la física sólo le serviría de estorbo.
- Le sorprendería lo necesario que es la gente con intuición en todo lo que atañe a la física cuántica. Precisamente se lo decía a un amigo cuando la he visto aparecer en la estancia. Son aquellas personas que no están contaminadas por unas doctrinas y unos estudios específicos, pero con un instinto especial al cuestionarse todo, las que hacen avanzar la ciencia.
- ¿Qué le parece si le invito a un café o una copa? No me entienda mal. No pretendo seducirla o emborracharla, sería ridículo. Mi intención es tomar algo en un lugar con más gente para evitar malos entendidos y hablarle por encima de mi proyecto. Después de dedicarme unos minutos podrá decidir si le interesa o no.
Finalmente, Adela accedió. Pidieron unas consumiciones en una cafetería de la zona vieja. Mientras las terminaban Sky se esforzó en imprimirle un halo de misterio a su objetivo de estudio. No obstante, ella no lograba desentrañar el embrollo de los mundos paralelos en los que tanto hincapié hacía. Así y todo, quedaron en verse al cabo de tres días en cuyo intervalo Adela se lo pensaría.
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Se despertó acongojada. Acababa de sufrir un ligero colapso nervioso a consecuencia de su última visión. Sin embargo, sólo quince minutos después de levantarse temblando, mientras desayunaba ya en la cocina del domicilio familiar, comenzó a recordar fragmentos del terrible ensueño que había sufrido:
El llanto del bebé la hizo desvelarse. Dormitaba al lado la cuna en la que la criatura se debatía congestionada reclamando su sustento. Descolgó el tirante de la saya y desabrochó el corchete del sujetador. Se veía a sí misma amamantando a un bebé con una sonrisa, en tanto el nene jugueteaba con su seno. Chupaba con fruición como si absorbiera la propia vida de la madre. Miró por un momento hacia un costado en el que se apoyaba el espejo de la cómoda. Lo que vio la llenó de terror. Al pequeño le crecían las uñas hasta convertirse en garras que se hundían en sus pechos.
El dolor fue tan intenso que la hizo espabilarse sofocada, jadeando. Solamente tras un largo lapso de desconcierto fue capaz de recuperar la tranquilidad.
Una hora antes de la señalada para entrevistarse con Sky, rememoraba los hechos que la habían lanzado a tan extraña situación y a sopesar su propuesta. Había intentado independizarse de su familia. Mas la experiencia no resultó bien. Consiguió superar un período asociado a Miguel el travieso (como le gustaba que le llamasen), el joven que había sido su pareja durante seis meses y que le indujo a tantear nuevas experiencias hippys y a tontear con la heroína y el L.S.D. Pero tuvo que desistir y regresar a la casa de sus padres, hastiada de una vida anodina en un cuartucho alquilado de los arrabales y de unas condiciones económicas miserables, encaminadas sobre todo a la consecución de una dosis para él. Lo había amado, pero Miguel amaba mucho más al “caballo”.
Todo fue soportable con su familia hasta aquella tarde en la que su padre la emprendió a golpes con ella porque no aceptó un empleo humillante, limpiando los aseos del polideportivo municipal.
Y ahora se encontraba en esa tesitura vacilante, haciendo equilibrios entre aceptar el compromiso con aquel desconocido de los ojos inquisitivos y el iris brillante, o tomar la vía de los circuitos inseguros en los garitos de alterne. Descartaba la posibilidad de sujetarse a las normas de una casa de citas y a pagar un canon a una madame o a un chulo.
No cabía otra opción que acceder a la solución menos mala a priori. Acordaría servir de acompañante al estudiante viajero siempre y cuando sufragara su manutención, no la comprometiese a otros servicios añadidos, especialmente los sexuales (también ella tenía sus escrúpulos), y le garantizase una recompensa económica moderada.
El bar Medium en donde habían quedado era un local frecuentado por estudiantes en la zona que los boletines publicitarios calificaban de centro neurálgico de la bohemia. La decoración parecía desde luego acomodarse a ese tipo de personajes y pertenecer a una imagen del siglo pasado. Una sala amplia y mal iluminada, con una barra alta y larga forrada con formica, un montón de mesas diseminadas por la estancia y otro cúmulo de ellas apiladas en una esquina junto a carteles en los que se leían lemas de contenido contracultural o de un mensaje político radical, tableros con anuncios y convocatorias de todo tipo…
Tampoco desentonaban los ropajes de los grupos sentados alrededor de juegos de mesa o de rol, debatiendo algún asunto de innegable enjundia, mostrando sus recientes composiciones artísticas o leyendo sus tesis absolutamente irrefutables… Pantalones holgados y sueltos con blusones llenos de lunares, cintas en el pelo y colgajos repartidos por todas partes, chalecos con camisas de cuadros, tatuajes de estrellas, letras japonesas o con emblemas satánicos, jerséis de cuello alto, pantalones de pana…
Levantando una mano la saludó Sky desde una mesa apartada. Ella pidió una Coca-Cola y él un café. Una vez servidos, Adela le expuso sus condiciones para adherirse al plan. Sin ninguna discusión él aceptó. Tal condescendencia exenta del más mínimo debate le hizo adoptar un gesto suspicaz.
-Oh, no te sorprendas. No sé por qué, pero estaba convencido de que aceptarías. Quizá sea porque tu imagen me parecía un poco desvalida.
- Pero…
- No me malinterpretes. Para nada pretendo aprovecharme de tus circunstancias. Y soy consciente de mi aspecto, que para la mayoría de las chicas provoca un cierto repelús, por no decir repelencia. Así que, antes que nada, te diré que mi cara, mi piel y parte de mi cuerpo se quemaron como muchas de mis ilusiones, y se elevaron al cielo como un papel abrasado hasta volatilizarse en el aire. Por eso me hago llamar Sky.
- Perdona. No soy una víctima ni te tengo lástima. Es sólo un poco de prevención. No pretenderás que me involucre en un periplo hacia lo desconocido sin asegurarme en cierto modo de no cometer una locura – repuso Adela con una actitud un tanto molesta.
- Lo comprendo. Ahora bien, deberías considerar lo que te propongo como un trabajo sin más.
Tras unos instantes de duda que parecieron eternos, logró responder musitando…
- De acuerdo. Pero ¿por qué ese viaje a la India?
- Únicamente porque es allí donde está la tecnología que necesitamos y alguno de los mejores cerebros mundiales relacionados con mi tesis.
Al cabo de otra consumición y tras nuevas divagaciones de Sky, que para ella resultaban incomprensibles, convinieron una posterior reunión para el día siguiente. En la misma intervendría también el profesor Salido, integrante del proyecto, con el fin de conocerse y aproximar posturas. En tal intercambio de posiciones determinarían los términos en que desarrollarían el referido viaje y el ulterior ensayo si es que finalmente se unía Adela al grupo.
Ella comenzó a sentirse inclinada a enrollarse en la madeja de la física práctica, Física Mostrativa como de forma rimbombante la llamaba él. Sus dudas se despejaron definitivamente con la entrevista conjunta sucesiva. De hecho, para su sorpresa el doctor incluso le pareció un tipo inteligente y simpático, gafas aparte, pese a la inquietud inicial que le causó en la disertación. Allí también aparecieron dos personajes más, Marcial y Albino. Fueron presentados como ayudantes de Salido. Ambos parecían salidos de una ópera rock no estrenada, titulada “Los ayudantes de Frankenstein”. Pálidos, altísimos, encorvados y escuálidos, y con la boca abierta como a punto de entonar el coro de una canción, pero sin emitir sonido alguno. Vestían una sudadera negra con el nombre de Iron Maiden y la típica ilustración serigrafiada de esqueletos con guitarras con una capucha que al parecer no se quitaban ni dentro del servicio de caballeros.
Los preparativos y organización de todo, salvo el equipaje personal, quedaban al cargo de Sky, y el respaldo económico correría a cuenta del fondo que ya disponían. En el plazo de una semana sus almas dependerían de la pericia de la tripulación de un Boeing. Lo demás estaría en manos de la relatividad del espacio-tiempo, es decir de las condiciones atmosféricas y la duración del periplo a la hora de sobrevolar Europa y parte de Asia.
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La travesía estuvo plagada de contratiempos. Muchas horas de espera en aeropuertos, incluidos los de tránsito, ya que hubo que efectuar varios desvíos y trasbordos antes de llegar al destino a causa de las inclemencias de las tormentas.
Delhi, la séptima ciudad más poblada del mundo, con más de trece millones de habitantes, sus idiomas principales el hindi, el punjabí, el urdú, además del inglés, clima subtropical semi-árido, república democrática, sistema de castas, pobreza, analfabetismo, pandemias y desnutrición junto a un gran desarrollo técnico, plural en lo religioso, cuna del hinduismo, el budismo, el sijismo, jainismo, multilingüe, multiétnica, Gandhi, la literatura sanscrita.
Toda aquella acumulación de datos leídos en las guías para turistas le serviría de poco a Adela, puesto que los integrantes fueron trasladados en una destartalada furgoneta directamente desde el aeropuerto hasta un pabellón que Sky denominó el laboratorio. Una vez visto, a ella le hubiera parecido pretencioso incluso calificarlo de almacén, pero no protestó.
El trayecto por una ciudad caótica y abrumadora, por lo excesivo en todo y desde cualquier punto de vista que fuera observada, evidenció la pericia de un conductor que parecía apartar a paletadas cuanto vehículo, animal o peatón se le interponía. Conducción a tumba abierta. La fosa, claro, sería para cualquier ente que se le cruzase. Si en un principio dio la impresión de ser mudo porque se comunicaba con sus pasajeros, que le hablaban en inglés, mediante una exquisita mímica, pronto comprobaron su error al poco de comenzado el periplo por cuanto insulto en idioma local profería contra todo lo que interfería el pulso de su motor (los gestos no dejaban lugar a dudas de que se trataba de injurias).
Durante la odisea, pese a lo sorprendente de tan abigarrada aglomeración de seres vivos, el cansancio adormeció los párpados de la joven. Sus miembros semejaban un tronco a merced de los embates de las olas del mar o de los remolinos de un torrente. Se sumió en un inquieto ensueño poblado de miradas ominosas, como si las pupilas que la examinaban no fueran humanas o incluso faltas de vida.
Las cinco de la tarde, hora local, el tiempo justo para desplazarse unos metros hasta un establecimiento de comidas rápidas muy cercano al laboratorio. A pesar de no estar acostumbrados a tanta especia y a no poder identificar con seguridad la verdadera especie a que pertenecía la carne ingerida, la comida estuvo bien. Con los tés volvieron a dialogar sobre los particulares problemas que pudieran suscitarse en el experimento. La chica seguía sin enterarse demasiado de los procesos que mencionaban, pero en todo caso le molestó que actuasen como si hubiera desparecido, como si fuera menos que una mota de polvo sobre la desvencijada mesa. Aquello, unido a la observación de un hombre con turbante, que no desviaba la atención ni ante el vistazo airado y desafiante de Adela, le hizo tener que soportar un ágape lacerante. La única compensación la obtuvo ante la visión de un crepúsculo dorado, recortado tras las casas bajas y chabolas del entorno de ese el lugar, y que conferían un color de muerte de oro a la tarde.
-Hemos de actuar como si se tratase de un agujero negro, porque supuestamente son similares en las fuerzas actuantes en su interior dado que…, los presuntos estadios de desintegración y reintegración posterior de la materia entre los polos del túnel de gusano debemos de confirmarlos primeramente en un objeto – objetaba Salido mientras se ajustaba las gafas.
- Sí, sería penoso que se desperdigasen sus átomos sin confirmar que el tránsito se ha producido – confirmaba Sky.
- Sin duda necesitamos un receptáculo que lo condense y contenga en el encuentro del receptor de salida. No podemos fallar esta vez como…
Una mano alzada de Sky dirigida al profesor y un movimiento brusco de la cabeza negando, con una ligera inclinación final hacia el lugar que ocupaba Adela, hicieron callarse bruscamente a éste y recuperar la conciencia de que la joven estaba allí.
-Bien. ¿Qué tal si vamos a acostarnos y dejamos los debates teóricos y la praxis del ensayo para mañana? Adela, por la mañana te contaremos cómo se producirá el experimento para que no tengas incertidumbres o reparos. Por hoy ya hemos tenido suficiente maltrato para nuestros cuerpos con tanto viaje. Necesitamos un sueño reparador – cortó Sky.
- Sí, perdona, querida. Te hemos acondicionado una sala para ti sola. Estoy seguro que te sentirás cómoda ahí. Sólo le falta una mano de pintura y un toque femenino para ser la habitación ideal. Ten en cuenta que vas a pasar bastantes días en ella.
- Vale.
Si Adela estaba deseando una acomodada habitación de hotel para sentirse segura, estaba muy equivocada. Una cutre estancia apartada y cercana a los servicios era todo lo que le destinaban como alojamiento. Al menos en otra cámara aneja a sus “aposentos” habían instalado duchas cerradas, pensó ella.
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Toda la noche se había sentido agitada, febril. Mientras se aseaba se miró al espejo y la memoria le trajo el motivo de su desazón. Curiosamente recordaba gran parte del sueño cuando antes casi nunca solía recuperar el contenido de ninguno. Se veía en un campo repleto de flores similares a amapolas, rayadas y de colores naranja y ámbar. Acercándose a una de ellas alcanzó con su mano un tallo para arrimárselo a la nariz. Su fragancia aterciopelada y dulce la sedujo, trayéndole la evocación de tiempos felices.
Se abrió entonces el capullo, una corola de pétalos poblados por una pelusa sedosa, que daba paso a un interior de matiz berenjena. Sin apenas darse cuenta, notó que era succionada hasta ser fagocitada. Ya dentro, un líquido lechoso y agrio la sumergió. Parecía diluirse, deshacerse en múltiples facetas cual trozos de un espejo hecho añicos, y que en cada fragmento apareciese ella misma completa pero diferente. Una Adela niña escapaba corriendo, jugando al pilla-pilla; otra joven Adela tomaba de la mano a un chico muy atractivo para conducirlo a la parte de atrás del instituto, a las altas hierbas donde se tumbaron para besarse. Otra nueva más lloraba desconsoladamente a la madre muerta y prometía que jamás sufriría el maltrato que ella soportó. La Adela más vieja, cansada, se encaminaba sola al cementerio en el que únicamente quería descansar de forma definitiva, portando una amapola que depositaría en la tumba de su marido.
Y cada una de ellas, como cuentas de vidrio, reflejaba el mismo rostro, con más o menos ternura, con más o menos profundas arrugas. Por último, todas ellas confluyeron en una sola figura. Subió sus dedos al pelo, estiró de él y la piel se le desollaba desde la cabeza a los pies, y se veía su propia interioridad, órganos, vísceras y venas combatiendo entre ellos, y más adentro su entero vacío repleto de luces. Cada luminiscencia era un cosmos con su consecuente sistema de planetas y cada esfera estaba habitada por millones de Adelas.
Cuando se levantó a desayunar todavía la fascinación brillaba en sus ojos. A la mesa ya se encontraban los cuatro que ya conocía ella más una pareja de varones de aspecto nórdico, kjel y Rolf, que en perfecto inglés dijeron ser nativos de Delhi, pero de ascendencia noruega, y que su especialidad era la tecnología y la electrónica. A Adela le parecieron tremendamente guapos. Sin embargo, pronto notó los tonos delicados y miradas aterciopeladas entre ellos. Lo que le hizo sospechar que su tendencia gay los delataba. Por un momento reflexionó en el contraste entre esos nombres tan varoniles y su delicado proceder. Le vino a la cabeza la imagen de los dos, desnudos y con un casco de cuernos por todo atavío. Esa imagen le hizo reírse sin poderse resistir. Tan evidente resultó que le preguntaron por ese ataque de humor. Dándose cuenta de lo inoportuno e inadecuado de su figuración, apenas se le ocurrió una disculpa estúpida…
-Nada. Que, procediendo la mayoría del país del toro, me ha resultado gracioso el que hayamos acabado en un sitio donde las vacas son sagradas.
Por supuesto ninguno de los allí congregados entendió la sal del asunto. Así que continuaron con su monotema.
-Bien. Como decía tenemos que ser eficaces. Con el personal que tenemos vamos a andar justos y habrá que dividirse las tareas. Y no fallar. Nuestros fondos son limitados y precisamente hemos dado con la sede en esta nación por lo económico de los materiales y la localización. Ah, y gracias a los contactos de nuestros amigos del país. Nuestra correspondencia mutua a través de la red y las revistas científicas han provocado toda esta elaboración de ahora, por si te lo preguntas Adela, ya que eres la última en adherirse al grupo y lo desconoces – explicó Salido.
- Sí. Conviene que conozcas un poco de qué va todo esto. Para definirlo en términos más comprensibles te diré el arranque de nuestra teoría. Se basa en la paradoja temporal ya enunciada de que si consiguiera trasladarme en el tiempo y asesinara en el pasado a mi abuelo provocaría un desajuste temporal. Mi padre no nacería y lo mismo yo de rebote. En su momento nos preguntamos si podría haber alguna manera de demostrar alguna de estas conjeturas. Algunas hipótesis como las nuestras apuntan a que pudiera darse el caso de que sucediera eso si existiesen mundos paralelos, en los que en uno de ellos el abuelo muriera y en otro se salvase. ¿Comprendes un poco por dónde van los tiros, Adela? – intervino Sky.
- Digamos que sí. Ando un tanto perdida en física, pero eso que has dicho lo entiendo…más o menos – repuso ella, con un vaivén de inseguridad en la cabeza.
- Esto daría lugar a nuevos supuestos y especulaciones. Además de a nuevas cuestiones. Por otro lado, y aunque no conozcas las teorías de Einstein, vamos a tomar como referencia el caso de dos gemelos, uno de los cuales viajase en un tren a una velocidad cercana a la de la luz y el otro permaneciera en el andén. Cumplido el viaje, el gemelo del tren aparecería más joven que el del muelle – abundó nuevamente Sky.
- Y volviendo a la hipótesis del hombre que se desdobla en dos vidas simultáneas, cabría preguntarse por una nueva paradoja o un nuevo absurdo. ¿Podría el viajero de una de las dos apearse del convoy en el momento de ver su propia muerte? – recuperó el discurso el doctor.
- Dejémoslo en este punto. Veo por tu gesto que, por el momento, no consigues digerir esto último – remató Sky.
- Sí, será mejor que por ahora dejemos las disquisiciones teóricas que tanto os entusiasman y me digáis qué queréis de mí.
Al iniciar la contestación Sky se le adelantó Salido para aclarar y desarrollar el proceso.
- Sencillamente que te sometas a uno de estos ensayos, en el cual no vas a correr ningún tipo de riesgo, y luego nos permitas evaluar qué es lo que has sentido, cómo lo admite y razona tu cabeza o qué tipo de transformación se opera en tu cuerpo (sería inocua en todo caso), tus sensaciones, sentidos e inteligencia. Para que dispongas de toda la información:
Para la prueba en el laboratorio te proporcionaremos un buzo de un material nuevo, resistente a la fricción y al calor, ya que tendrás que hacerlo vestida únicamente con él. Te pondremos una minicámara que recoja las imágenes de todo lo que perciban tus ojos. Unos sensores a los que tendrás que ir conectada nos irán enviando información codificada. Necesitaremos sedarte, por otro lado, con el fin de que ofrezcas la mínima resistencia mental e ingreses en una especie de letargo, facilitando el que sobrevenga ese estado de aceptación de una nueva realidad lindante con el sueño. También habrá que cortarte el pelo al cero antes de entrar en esa cabina del tipo de las de rayos uva, en cuya cama irás sujeta con cinchas de la misma composición que el mono. Todo ello irá montado sobre una especie de ruedas apoyadas en raíles. Pero repito que no sufrirás ningún daño.
Adela se iba sintiendo progresivamente más atemorizada. Más aún por los recelos que le suscitaron tanta insistencia en lo inofensivo del procedimiento. Empezó a sudar copiosamente como le solía ocurrir cuando se ponía nerviosa en exceso. Sólo era capaz de pensar “¿dónde me he metido?” Se puso las manos sobre la cara sollozando calladamente.
Pronto se rehízo, no obstante. Levantándose apresuradamente de la mesa en dirección a su cuarto, apenas pudo decir…
- Perdonad, pero necesito tiempo para asimilar todo lo que me habéis dicho. Si me disculpáis debo sopesarlo en mi habitación.
- ¡Venga, vamos, tranquila! Escucha…
Pero ella ya se había alejado por el pasillo. En el momento que volvió a salir quedaron todos estupefactos porque en unos minutos había hecho su equipaje, se despedía y se disponía a salir por la puerta justificándose…
- No puedo hacerlo, disculpadme.
Nadie pudo reaccionar a tiempo y retenerla, si bien Sky intentó incorporarse precipitadamente y sujetarla del brazo, aduciendo…
-Pero no nos puedes hacer esto, no ahora. Hemos invertido mucho tiempo y presupuesto en ti.
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