Los ojos y los ecos

         Envuelta entre las sábanas del hospital después del último sueño, se dio cuenta de su situación. Encontrar aquel anuncio había sido la perdición de la joven Adela:      “Se busca compañía para un viaje de pasado-futuro. Pasaremos por la India. Yo me encargo del viaje. El resto de gastos a compartir. Si te interesa llama al teléfono 5554554 y pregunta por Sky”.      En un principio no le había hecho mucho caso. Pero cuando los problemas con sus padres le hicieron tomar la decisión de marcharse porque ya no les aguantaba, le vino a la cabeza el mensaje del periódico. A la tercera llamada en un periodo de diez minutos una voz meliflua contestó y le propuso citarse en una sala de conferencias próxima al centro.      Estudiante mediocre, pero artista con una mano delicada, su talento pintando le hubiera podido proporcionar un futuro como dibujante de comics, ilustraciones o como decoradora. Sin emba...

       Repasando la ruta de los libros cuando el colegio era una aventura o cuando el pulso de mis escritos aún tenía magia y no olor a rancio ni luces de vela oscura. Y allí estaban las palabras nido donde recluirte y recuperar el calor vivo de una madre lejana. Palabras dormidas al arrullo del mar y palabras pesadilla que se van abriendo mientras esperas llegar la explosión de los ojos abiertos, que como un cerco te impedirán reconocerte en el espejo o que dan miedo y con un empujón te hacen entrar en la estación del delirio. Palabras bruma para cuando te despiertas y estás perdido en un camino sin salida, entre un cúmulo de vocablos equívocos, de términos y letanías inciertas en confusión. Palabras puente que alargan las manos entre tú y yo o que besan nuestros labios al pasar por un río de bullicios y reyertas. Palabras humo que centellean con fuego y tras marcar su sello en las pupilas y en el corazón de las piedras dejan una nube de misterio cautivo y un regust...

       Soy como tantos otros que llevan a cuestas   su catecismo de dogmas y mentiras, de razones y veleidades a medias. Voy vaciando el cómputo de las horas esquivas, las más elásticas y las más rígidas. Aunque no soporto el peso en la mochila con las culpas que habitan en los demás. Sólo traslado mi son y mi cuerpo vacío como un saco roto después de ir perdiendo por el bolsillo con agujeros de decepción las ilusiones y los sueños desoídos, desposeídos de su entorno y su sustento. Me apoyo en el cayado de la mentira sin sentido para poder mirar de frente al pasado. Hay un yo que ruega y lucha contra el otro que reniega de todas mis leyes y premisas. Sigo dando razones para abandonarme en el delirio y bailar con mi sombra en manos de una absurda cárcel de sueños que más que ayudar estorban.