LA SANGRE ( Poema)

 




                                 LA SANGRE

     Nos equivocamos con la sangre.

Preguntábamos si era espesa o ligera.

Si corría desde los manantiales

o de dónde, de qué lado provenía;

si discurría escaleras abajo o se detenía

coagulada en el lacre de las heridas viejas.

Debatíamos si su color era rosado intenso

o rojo de piel de calavera;

si derivaba de un azul de camisa nueva

que se volvió grana al descolgarse

desde las venas hasta rebosar las aceras,

las calles, o los cauces de las acequias,

hasta resumirse en los ríos y tiznarlos

de corazón violentado y herido;

hasta anegar las tierras y darles

un tono de vino o de corazón con espinas.

Sopesábamos si esa sangre era de otros

o eran restos de la mía; si se perdió en el olvido

o se precipitó de una tormenta de recuerdos.

Por fin buscamos la cura de la pérdida,

pero nunca conseguimos pararla

por mucha venda de calor y sueños,

por mucha alma con que la cubrimos.

Nunca supimos, ni importaba,

de quién era aquella herida de siempre.

Pero sí nos dimos cuenta

de que la sangre reciente

era igual, la misma sangre eterna.

 


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