EL DECRETO nº 9 (Relato)


  


 

 


             > - Decreto nº 9 del Consejo:

       Todas las personas mayores de noventaicinco años deben ser abandonadas en tierra baldía    sin remisión, no devengando en ningún caso derechos en lo tocante a sus haberes, y sin poder testar a favor de sus derechohabientes de ningún modo. Bajo ningún concepto se les proveerá de alimento o líquido para su destierro, ni podrán llevarse objetos o utensilios de los que puedan disponer para su uso en aquellas regiones. <

 

     - ¿A qué viene esta orden cuando cualquiera puede renunciar a su vida con el disgregador? -se preguntó Zinga al leerlo en una de las pantallas de intercomunicación.

     Ésta era la última disposición del comité senatorial. Zinga ya había oído rumores al respecto, pero la verdad es que no se esperaba un precepto tan agresivo contra los ancianos y una amenaza tan descarnada contra algunos de los individuos que se habían significado oponiéndose o criticando alguna de sus decisiones. La imagen holográfica de Sen 1 le vino de inmediato a la cabeza. Semejaba a un maior, persona de más de ochentaicinco años, aunque bien pudiera pertenecer a un humano o humanoide creado por ordenador. Era el representante habitual de la Coordinadora en las ondas, órgano de resistencia frente al Comité.

     El mundo en que le había tocado vivir era como una antigua moneda de dos caras, pensó Zinga: la Coordinadora y el Comité.

     El hecho es que, junto con su coordinadora de sabios, Sen 1 sustentaba el órgano rebelde de oposición y segregación. En las sesiones públicas de los canales piratas se debatían e incluso ridiculizaban muchas de las medidas adoptadas por el Consejo, representación suprema del Comité. Sus análisis y opiniones censuraban la esencia misma de los dictámenes. Diseccionaban como un escalpelo las razones ocultas y las falacias que el Consejo propalaba bajo el pretexto de ser verdades palmarias y necesidades indiscutibles.

     En todo caso, nadie conocía la selección de sus miembros, evidentemente secreta, ni el origen de la señal que se dispersaba por todo el ámbito estelar humano. Seguramente se tratase de conexiones a través de balizas encadenadas y continuamente cambiantes de forma aleatoria.

     De la misma forma, aunque contrarios, el consejo de los supra del Comité, que ostentaban la cúspide del organigrama de poder en el mundo, estaba compuesto por los electos de las comisiones generales. Y todos investigaban la raíz de la emisión pirata que tanto daño les hacía con sus opiniones, porque su audiencia rebasaba cualquier límite o control. Pretendían llevar a los componentes de la Coordinadora a un juicio sumarísimo por secesión separatista para que dictaminase la pena máxima de disgregación de genes y eones. Sin embargo, de ningún modo lograban determinar el germen de su organización y de sus transmisiones.

     Muchos como Zinga pensaban que, si se dejase en manos de chicos de diez a doce años la persecución de la coordinadora de sabios por medios técnicos, sería cuestión de días dar con ellos, tanto en lo que respecta a la localización de la señal como a la identificación de los propios componentes. Su puesta a disposición judicial no entrañaría el más mínimo problema. Cuanto más niños, las personas mostraban una mayor capacitación y habilidad para cualquier nueva tecnología. Se diría que habían nacido para ello.

     Zinga, del que casi todos recordaban su cara pecosa y su tozudez, junto con sus amigos Stuck, estudioso de las culturas antiguas, y Seya, joven creativa y con su característico ojo derecho pintado, lo que le daba cierto atractivo y misterio, trataba de desentrañar algún medio seguro por el que contactar con los sabios. Eran tres muchachos de una edad indefinible que se habían conocido en su fase de estudiantes.  Ahora bien, si para los expertos dependientes del consejo no había sido posible atraparlos, para ellos era poco menos que una misión impensable.

      No obstante, siempre existía la esperanza de que los buscados se pusieran en contacto con ellos. Todo consistía en romper cualquier barrera de desconfianza. Y en ese sentido ya habían dado el primer paso. El pecoso había remitido una carta a medios de comunicación públicos con una crítica implícita al consejo. En ella proponía algún cambio en la selección de consejeros y en la toma de decisiones que afectasen a toda la población. Esto le había supuesto una pena de supresión temporal de identidad y otra sanción accesoria de aislamiento en el universo negativo. Su proceso, divulgado en los informativos, le había proporcionado la desafección de muchos, pero también la simpatía de unos cuantos.

                             ************************************

     Transcurridos unos días después de sufrir el castigo, se hallaba en la sede de su trabajo, en Central Communications Inc. Tomó del archivador el expediente sobre energías supletorias en que se ocupaba hacía unos días, ya que el formato digital del ordenador estaba incompleto. Al abrirlo notó la punta de un papel sobresaliendo por debajo de una de las hojas. Por pura precaución simuló que se le caía un sobre y se agazapó bajo el escritorio, tomando dicho papel de la carpeta. De esa forma, no sería vista su maniobra por las cámaras. Seguramente le espiaban, sobre todo desde el proceso judicial.

     Poco después se dirigió al servicio de caballeros. Ya en su interior, entró en uno de los excusados e inspeccionó el fragmento de cuartilla donde aparentemente no había nada escrito. Supuso que se trataría de una nota escrita en tinta simbiótica inmanente, inapreciable a simple vista, dejada en el expediente que él revisaba y probablemente con alguna dirección o algún método de contacto.

      Alguien se había tomado muchas molestias adoptando una fórmula antigua, quizá secreta, o al menos ignorada por la mayoría a causa del desuso. No obstante, debería tomar algunas precauciones si no quería delatarse. Al ser muy expuesto para él el supuesto contacto, lo llevaría a cabo uno de sus amigos.

      Aun así, resultaba sorprendente la transmisión del mensaje utilizada. ¿Por qué esa técnica en la era del convertidor, invento que cifraba y descodificaba cualquier mensaje escrito o hablado?; tiempos en que se había desarrollado el reparador para recuperar la entidad vital y la energía de los seres vivos, obteniendo resultados en los enfermos hasta casi la continua regeneración. ¿A qué venía un recurso que sólo aparecía en las narraciones antiguas de detectives?, especialmente si se disponía ya de instrumentos como el casco remoto para ejecutar por telequinesia acciones físicas a larga distancia; como también el intercambiador, con el que se permutaba un elemento físico por otro, o como el relapsante, que proporcionaba la reincidencia y posterior corrección de pequeños actos erróneos del pasado reciente, no determinantes para el devenir.

     Aunque pareciera un tanto sospechoso, bien pensado, sería muy comprometido probablemente utilizar fórmulas convencionales que dejaran una estela evidente y rastreable.

     Seya se había manifestado entusiasmada y dispuesta a acometer de manera voluntaria la función de enlace…

     - ¡Qué emocionante! – le confesó a Zinga, apretando los puños como señal enérgica -. Tanto tiempo soñando con esta comunicación y por fin, gracias a tu sacrificio, iniciamos el enlace.

     - Te veo demasiado confiada y poco reflexiva - se mostró preocupado el interpelado, negando con la cabeza -. No deberíamos confiarnos tan a la ligera. En especial cuando es posible que nos estén vigilando.

     - ¿Pero habrá que hacer algo para contrastarlo? ¿Y si perdemos el único contacto recibido y tanto tiempo deseado? - insistió Stuck, rascándose una de sus desproporcionadas orejas de soplillo.

     - No. No se trata de eso, sino de dar únicamente los pasos precisos y seguros – sentenció el pecoso.

     - De acuerdo. En la nota se señalan unas coordenadas sinópticas, una clave alfanumérica y una especie de acertijo. No debemos usar el convertidor por si acaso. Lo haremos a la manera tradicional. ¡Menos mal que tú, Stucki, eres un experto en criptogramas antiguos! - añadió Seya con un guiño de ojo.

                                 **************************************

     Dos días después, desentrañados algunos enigmas, poseían alguna referencia del lugar y el día, y parte de la consigna de contacto y de la solución a la adivinanza. Quedaron en encontrarse donde lo hacían habitualmente después de la jornada laboral. A las siete treinta de la tarde, en el local El Antro de la zona verde, ya estaban sentados Seya y Stuck en la mesita apartada que constituía su base de operaciones. Casi todo el mundo desconocía el porqué del adjetivo “verde “adjudicado a ese sector, cuando se hallaba en la zona industrial de la localidad y no existía ni una sola nota de color ni hierba ni arbolado.

     Al cabo de unos minutos de espera entró Zinga con su tupé rubio desmelenado, sus pecas y su chaqueta larga color burdeos con una actitud de incomodidad que les llamó la atención a sus amigos.

     - ¿Ocurre algo para tanta mirada al sesgo? – le preguntó Seya casi al oído mientras hacía como que se arreglaba el buzo rosa y su largo pelo rojizo.

     - No estoy seguro, pero he tenido la extraña sensación de ser vigilado sin poder identificar por quién. Y no me extrañaría que así fuera. Ya sabes cómo son los servicios secretos de los asamblearios del comité – le respondió, volviendo a mirar a su retaguardia.

     - No te preocupes que conecto el visor periférico y veremos si hay alguien en el exterior controlando a los que entran – propuso Stuck, mientras sacaba el transmisor de su parka verde.

     - Ni lo intentes. Como sabes poseen inhibidores de esas señales – le cortó el rubio -. No podemos arriesgarnos a que nos detecten. Así que os voy a dar un papel con el nombre y la situación de otro local. Tras tomar una consumición, nos vamos a ir cada uno a su piso. Dentro de una hora y media nos reunimos allí y hablamos. Aseguraos de no ser seguidos. Ahora que estamos a punto de establecer un nexo con ellos no podemos fallar.

     - ¿Estás seguro de que no nos seguirán vía satélite? – cuestionó insegura Seya.

     - Ya no estoy seguro de nada. Pero vamos a tomar todas las precauciones posibles. Os vais a cambiar de ropa por si nos hubieran prendido a ella un dispositivo de seguimiento. Y cuando salgáis de casa, lo haréis, si podéis, por alguna puerta accesoria o trasera.

     En tanto permanecían en el pub, Stuck, con el índice en los labios, les hizo un gesto de silencio para poder oír lo que anunciaban por la pantalla de intercomunicación. Era una comunicación concerniente a las recientes deliberaciones del consejo. La figura de un varón de mediana edad comenzó su exposición…

         >- En reunión plenaria del consejo hemos considerado la oportunidad de incidir en el control de las disidencias políticas. Lamentamos que esto traiga consigo nuevas medidas que, aunque puedan suponer un ligero entorpecimiento del natural discurrir de nuestro modo de vida y de nuestra próspera sociedad mediante nuevas fórmulas de control, resultan irrenunciables si queremos mantener el devenir de nuestro prometedor futuro. Estamos desolados porque tal deseo nos imponga pequeñas restricciones de nuestras libertades, que serán restituidas en el preciso momento en que se elimine el peligro.

     Nadie puede negar que las circunstancias adversas por las que atraviesa nuestro orden político, económico y social, con las perspectivas de peligrosas agresiones a nuestro sistema, nos obligan a incidir en la obtención de recursos que combatan a las hordas antisistema. Ante tales maquinaciones, únicamente podemos afrontar con seguridad una paz social con la adquisición y promoción de nuevos efectivos militares y policiales, y con la dotación de instrumentos de última generación para los mismos. Asimismo, nos vemos forzados a la conversión en causa de ilegalidad, la cual dará origen a procesamientos, ciertas conductas que hemos adoptado hasta ahora como parte de nuestros derechos, como la libertad de reunión y asociación, la libertad de manifestación, de crítica y de pensamiento opositor.

     En otro orden de cosas, solicitamos la aquiescencia de la población en pro de la reducción del consumo excesivo y la dilapidación de nuestros recursos. Nuestro capital económico ha sufrido una palmaria merma. En consecuencia, dada la escasez de los mismos, llamamos a la colaboración ciudadana en aras de economizar en bienes consumibles y potenciar una pequeña mengua de nuestras retribuciones en favor del bien común…<

     -En otras palabras, que anuncian mayor control legal y salarios más bajos para que se compren sus pistolitas de rayos y sus tanques a todo trapo. Lo que no sé es cómo van a conseguir examinar nuestro pensamiento – ensayó Zinga como traducción.

     - Quizá nos obliguen a imponernos un chip cerebral – ironizó Seya.

     - No lo digas como un absurdo. Todo es factible – le previno Stuck.

       Una vez que consumieron sus bebidas, Stuck se acercó a la pantalla de registro situada junto a la barra del pub, antepuso su muñeca delante del visor y el aparato descontó el importe de lo consumido.

     A la puerta del establecimiento observaron a la concurrencia, pero cualquiera podía ser un confidente de los supra. Los soplones abundaban ya, probablemente incluso entre sus conocidos. A cien metros del Antro destacaban las luces de una estación de tránsito y migración. Recorrieron alertas el tramo que les separaba hasta allí, casi sin decirse una palabra. Se despidieron. Cada uno tomó su tubo transportador local con dirección a sus casas y, tras indicar verbalmente su dirección, fueron rebotados cerca de sus domicilios.

     Hora y media después, se encontraban en el bar Tánatos, cercano a sus casas. Encargaron unas bebidas y un refrigerio y se congregaron en torno de una mesa desde la que se podía atisbar todo el local

     -Muy bien, chicos – comenzó Stuck -, tras muchas comprobaciones y luego de devanarme el seso, me parece que lo tengo – y dejó un lapso de tiempo para que les acuciara la curiosidad y el interés.

     - Venga, carcamal, suéltalo, que me tienes frita – le apremió Seya.

     - Según creo el momento de la cita es para dentro de una semana a las cero quince horas en un lugar próximo a tu empresa Central Comunications Inc., si he desentrañado bien las coordenadas, pero en la parte vieja – contestó con una sonrisa -. La consigna si no me equivoco es “pandemónium”, y el texto de la adivinanza dice algo así como “alimento de dioses, crisol de infinidad de puertas al día y a la noche, a las luces y a lo oscuro, a la verdad del sueño y a la mentira”.

     - ¡Recontra! ¿Y eso qué quiere decir? – preguntó Zinga.

     - No tengo ni la más mínima idea.

     - ¡Pues sí que estamos buenos! – repuso Seya.

     - Te habrás pasado por ese sitio al menos.

     - No lo he podido evitar – contestó Stuck.

     - ¿Y qué? - inquirieron los otros dos a un tiempo.

     - Pues nada que me haya llamado la atención o que responda al acertijo.

     - Pasado mañana, si os parece bien, haremos una excursión por allí – sugirió el pecoso.

     -OK – Seya.

                                 **********************************

      Zinga y Stuck esperaban impacientes a Seya en el estanque holográfico del centro del parque, donde habían quedado en reunirse. Cuando llegó, se disculpó diciéndoles que había tenido que hacer unas compras a fin de dotarse de atavíos suficientes para sus próximas excursiones.

     -Pero si vas igual que siempre – se rio Stuck.

     - Me he puesto este bonito fular dorado – repuso con fingida ofensa.

     -Venga. Pongámonos en camino. Ahí cerca hay una estación de tránsito – les instó Zinga.

     Aquel punto señalado en las coordenadas estaba en un apartado rincón de una calle solitaria y oscura. La mitad de las edificaciones habían sido abandonadas hacía tiempo. Muchas apenas eran reductos casi derruidos de antiguas fábricas. Otra porción de ellas eran bien refugios de transeúntes, maleantes o indigentes más abandonados aún que las edificaciones, bien moradas de ratas, cucarachas y desechos en general. Sólo unos cuantos bloques estaban ocupados por inquilinos; otros, desocupados, recordaban domicilios de gente de cierto renombre, negocios u oficinas de profesiones liberales. También destacaban centros culturales o de actividades convertidos en puros residuos de antiguas glorias.

     Varios solares eran únicamente campas o eriales invadidos por hierbajos, zarzas y plantas. Algunas parcelas con tapias perforadas por cavidades abiertas en su cercado como ojos proyectaban en su interior vestigios de construcciones casi derrumbadas en su totalidad. Se preguntaban los tres cuál sería el punto preciso señalado en la misiva.

     En una de estas parcelas, rodeada por un muro de considerable grosor y altura, se podía leer a duras penas el letrero que anunciaba el “Teatro brujo de la fortuna”. Sin embargo, no se apreciaba por ningún lado acceso o puerta alguna que permitiese franquear la pared que cercaba el recinto dramático.

     - ¡Eh! ¿No os dais cuenta? ¿Acaso no recordáis eso de “alimento de dioses…puertas al día y a la noche, a las luces y a lo oscuro, a la verdad del sueño y la mentira”? – les inquirió Zinga.

     - Pues claro. Es muy probable que se refiera a un teatro el acertijo – corroboró Seya.

     - Bien, bien. Pero y si es así, ¿cómo es que no encontramos ninguna puerta?, si lo hemos rodeado entero. Salvo que tengamos que saltar el murete que bordea casi todo el contorno. Y entonces estamos listos. Tiene una altura de unos cuatro metros. Así que necesitaríamos una escalera – cuestionó Stuck.

     - Escuchad. Creo que con las farolas habrá luz suficiente. Vamos a subir cada uno a una de las edificaciones que circundan el teatro por detrás y un costado y observaremos si hay alguna puerta de entrada por los patios. Tened cuidado no os caigáis por algún agujero. Nos reuniremos aquí dentro de unos veinte minutos – les planteó Seya.

     Según lo propuesto, fueron cada uno en dirección a un bloque. Al cabo del tiempo acordado, volvieron a encontrarse, pero la información fue descorazonadora. Ninguno de los tres había visto acceso alguno.

     Finalmente se volvieron a posicionar en el frente del centro dramático, cuya puerta principal estaba completamente tapiada.

     -No hay caso. Habrá que regresar a casa y revisar toda la información recopilada – les dijo Stuck.

     Estaban cansados y próximos a darse por vencidos, renunciando a la expedición por ese día. Se sentaron Zinga y Stuck en un poyo situado al margen del acceso en la pared. Seya se quedó de pie justo en el límite en que arrancaba el muro. Apoyó allí la mano, abatida por la contrariedad y entonces notó algo que le sorprendió. Aquel punto no tenía la consistencia de la piedra, sino que cedía algo a la presión, como si de un tablero de madera se tratase. Como estaba completamente cubierto de paneles informativos, anuncios de espectáculos y de otros comercios, ni siquiera se habían dado cuenta.

     Palpando y rompiendo los carteles, buscó el perfil del portón de tablas. Al darse cuenta del hallazgo los tres, cortaron todo el perímetro del mismo y probaron a empujarlo de nuevo. El portalón se abrió al impulso conjunto tras varios intentos.

     El tablero daba paso a un estrecho callejón que lindaba con el lateral del propio anfiteatro. Pero, tras inspeccionarlo, comprobaron con desaliento que acababa en una cancela metálica perfectamente cerrada. Y esa no cedería a ningún empellón.

     Revisaron centímetro a centímetro el perfil del batiente, el marco y las dos hojas de que constaba la compuerta. Mas no encontraron ningún pomo, cerradura o resorte en él, ni tampoco un resalte especial del paramento que pudiera iniciar un mecanismo de apertura.

     -Repasemos lo que sabemos. A ver si… ¡Espera! Además del acertijo y de la localización, ¿no os dais cuenta que conocemos otro detalle? – cayó en la cuenta Zinga.

     - Es cierto la palabra clave. Pero ¿estará escrita en algún punto, en algún dispositivo, o habrá que inscribirla en algún lugar? – señalo Stuck.

     - No me hago una idea de la fórmula que debemos emplear – apreció Seya-. También es curiosa la palabrita. ¿Qué rayos significa la palabra pandemónium?

     Nada más pronunciar el término un chasquido de arranque de engranajes mal lubricados les llegó a los oídos. Unos segundos después, las dos hojas del portón se abrieron hacia adentro permitiendo el paso. Desde el umbral se apreciaba un pasillo angosto y mal iluminado. La primera en reaccionar al desconcierto fue Seya…

     -Bien, chicos. Ya estáis sacando vuestros transmisores y activando la emisión de luz – les recomendó.

     Con cierto recelo, los encendieron, irrumpiendo inquietos en el pasaje. Una puerta entornada a su izquierda les permitió entrar en una antesala más amplia con un conjunto sobrecargado de mobiliario muy deteriorado y una colección de figuras muy realistas, como de cera. Parecía un vestíbulo con el arranque de las escaleras de entrada a las plateas, los palcos, las plantas de anfiteatro y el gallinero, más otras muchas puertas. Algunas eran claramente entradas a los servicios de damas y caballeros, el ambigú, el guardarropa y la taquilla. Abrieron otra a su derecha que permitía acceder a una sala con enseres de oficina. Todo indicaba que se trataba de la antesala a otras cuatro dependencias: el despacho del director, la estancia de la secretaría, un gabinete de estudio con mesas y baldas para consultas y un salón de reuniones y visitas. Retornaron atrás, al recibidor, y penetraron por la puerta central, que se abría tras una corta galería al patio de butacas, al escenario y las bambalinas. Desde el acceso se apreciaba una planta semicircular y varios pasillos paralelos que subdividían las secciones de butacas. Por todo el recorrido del corredor de la entrada y en algunos palcos se distribuían estatuas del mismo tipo que las anteriores.

     Al menos una hora se tomaron en inspeccionar todos esos habitáculos sin detectar nada especial. Seya comenzó a percibir que a su aparato transmisor comenzaba a fallarle la batería. En ese momento detectaron que el vestíbulo disponía de otra puerta abierta en un chaflán y semioculta por cortinajes. No estaba cerrada con llave, pero les costó la apertura al estar ligeramente encajada. Al conseguirlo vieron que, tras su umbral, se iniciaba un tramo de escaleras que con toda probabilidad recorrería por debajo todo el teatro hasta el foso y el proscenio.

      Bajando a un primer rellano de cierta amplitud, el pasaje se dividía en dos arterias a derecha e izquierda. A la izquierda, por la cantidad de portezuelas consecutivas, parecían hallarse los camerinos. A la derecha, viendo que fundamentalmente constaba de dos puertas de doble hoja más grandes al final, supusieron por su disposición y algunos restos que tropezarían con los talleres de luz y sonido, de maquillaje y peluquería y la sastrería; y en la otra con las salas de ensayo y el acceso al foso.

     Comoquiera que ya era tarde optaron por dividirse para inspeccionar las estancias en un breve tiempo. Zinga y Seya, que se había quedado ya sin energía en su transmisor, tomarían el lado derecho, mientras Stuck lo haría por el pasadizo del otro lado. Fue entonces cuando oyeron el sonido de pasos a la carrera. Una figura pequeña salió de lo que debía ser uno de los tocadores al pasillo izquierdo. Con su paso, se iban encendiendo asombrosamente al mismo tiempo luces indirectas que, traspasado su nivel, volvían a apagarse. De inmediato le siguió Stuck.

     Al mismo tiempo, una sombra se perdió al fondo de la galería de la derecha, con los mismos efectos de luces que el anterior, sólo que se encendían cuando la sombra había ya superado su ubicación, con lo cual apenas se distinguía a esa persona, apreciándose sólo su cortedad. Éste fue perseguido por los otros dos. Al final del corredor la diminuta figura entró por la portezuela de la izquierda.

     En esa estancia en concreto irrumpieron ellos, pero sin localizar a nadie. Aquello debía ser la sala de ensayos. Giraron sobre sí mismos haciendo un recorrido con su luz sin resultado. Solamente pudieron contemplar en un rincón un abigarrado conjunto de esculturas, algunas en actitud suplicante o con un gesto de asombro o pánico en el rostro. La perfección de sus rasgos era asombrosa. Sin embargo, ninguna silueta, ninguna persona real apareció ante el foco lumínico.

     Una risa grave, profunda y burlona se extendió por la estancia, rebotando en sus oídos.

     Cuando ya iban a acercarse a una de las dos puertas que en extremos opuestos comunicaban aquel lugar con otras habitaciones, unas potentes luces iluminaron toda la sala.

     Desde detrás de una de las esculturas, se mostró la estampa de un niño de unos diez años quizá, con una cabeza desprovista de pelo y desproporcionada en relación al cuerpo, vistiendo un mono gris. Destacaba su sonrisa cautivadora.

     Durante un minuto eterno se miraron mutuamente como estudiándose y sin dirigirse palabra alguna. Al cabo de ese tiempo, el mutismo empezó a resultar incómodo para los recién llegados.

     -Hola. Mi nombre es Zinga y mi acompañante se llama Seya – le dijo extendiendo las palmas de las manos hacia adelante en un gesto que quería ser amistoso.

     - Ya sé quiénes sois – les respondió una voz dulce y afectuosa.

     - ¿Podemos conocer tu nombre? ¿No tendrás relación con Sen 1? – le preguntó Seya.

     Una risa cantarina se oyó por toda respuesta. Transcurrió otro minuto de silencio embarazoso.

     -Hay alguien en este lugar que tenga alguna responsabilidad y con el que podamos hablar, por favor – Insistió Seya.

     - Sí, yo –repuso el chico con una risa algo más seca y una expresión amenazadora en los ojos.

     - Vale, pero podrías convocar a alguien mayor de edad con el que conversar – intervino Zinga.

     - Sí, claro – y dio unas palmadas.

     Al momento, salieron de una de las puertas un grupo de catorce individuos fornidos en formación de a dos envueltos en buzos negros, botas altas hasta la rodilla y con cascos de tipo militar, pero con visor de espejo. Al cinto portaban lo que parecían distintos tipos de armas. Supusieron que se trataba de algún cuerpo policial especial. Asimismo, en sus manos y cruzado sobre el pecho, manejaban algo así como un fusil multifunción que nunca habían visto. Se posicionaron detrás de los dos intrusos.

     Por la otra entrada aparecieron otros diez muchachos sin pelo, de parecida edad y aspecto que su interlocutor, que se situaron detrás de éste. Finalmente, por la puerta por la que habían accedido Seya y Zinga penetraron en la sala dos nuevas personas: un nuevo jovencito con un semblante exacto al primero, del que se diría que era gemelo, y acompañado de Stuck con un rictus de aflicción y con la vista baja.

     Entonces sí que se quedaron mudos Zinga y Seya. No obstante, comenzaron a hacerse cargo de lo que estaba ocurriendo. Instantes después fue el primer chico quien tomó la palabra.

     -Os presento a Sen 1 – les dijo con voz atiplada señalando a su gemelo -. Aunque su aspecto es un poco diferente al que conocéis por las imágenes. Y puestos a presentarse os diré que yo soy el senador máximo del comité senatorial de los supra. Podéis llamarme Modesto, que es el nombre que me adjudicó mi progenitora. Si bien también mi fisonomía es algo distinta al semblante que suele aparecer en vuestras pantallas de intercomunicación, y que es esta – les informó, mientras con su transmisor realizaba una proyección en la pared en que aparecía el individuo que habían visto en el último comunicado del consejo, un varón de mediana edad -. Os esperábamos para dentro de cinco días como rezaba en la nota. Como os habéis adelantado, casi no nos da tiempo a prepararos la bienvenida.

     Zinga y Seya no podían en principio pronunciar un solo vocablo. Sin embargo, unos segundos después el pecoso Zinga acertó a iniciar una frase.

     -Pero cómo has podido… - le espetó a Stuck, con un aspecto de fiereza y ofensa en el rostro.

     Éste tardó un cierto tiempo en contestar.

     -Era vosotros o yo. Me tenían controlado y…

     - ¡Basta ya! Haceros cargo de estos dos – le ordenó al grupo de policías. Éstos procedieron a detener e inmovilizar a la pareja.

     - Sólo una cosa más. Seguro que os preguntaréis qué será de vosotros. Si la pena que se os imponga será de un tiempo en el universo negativo o la disgregación definitiva. Pues bien, ni lo uno ni lo otro. Supongo que os habréis fijado en las efigies estatuarias que se hallan diseminadas por todo el teatro. Ese será vuestro destino. Para los rebeldes separatistas no hay juicio como tal. Esto es lo más parecido a un proceso que vais a tener. Así que podéis elegir la postura y gesto que tendréis antes de que nuestros embalsamadores os inmovilicen y seden, para luego proceder a disecaros. Eso sí, si queréis un aspecto determinado, tendréis que permanecer en esa postura y ademán muy quietos durante el tiempo que dure el procedimiento. No sé si lo conseguiréis. Por otro lado, si queréis decir algo en vuestro favor, podéis decirlo ahora. Pero por favor no imploréis compasión o perdón. ¡Es tan aburrido! Y además me resulta insufrible soportar los llantos. 

     No fueron capaces de pronunciar ni el más mínimo verbo.

 


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