Los ojos y los ecos

       Invento un sol y mundos tan reales como los ojos del espejo que me miran. Todo el orbe a mi alrededor está en la punta de mi dedo. Con las sílabas de la palabra locura mis labios pronuncian todos los vocablos. Soy un tipo de dios rancio y hueco que ha ido perdiendo todo entre las manos. Y que no ha dejado nada bajo la luna tras los pasos al borde del camino. El sutil tejido de la penumbra es mi piel y la mentira afilada los colmillos de mi boca impura, que se nutren de voces cascadas, ecos bañados en sangre y espuma. En mi vientre caben los universos, porque todo en mí es vacío por dentro.  

        Hombres hinchados, henchidos de aire, de vacío y de silencios como globos. Somos grandes perdedores, líderes del desengaño somos. Qué atenta es para nosotros la muerte cuando se espera sin saber qué irremediablemente. Auguro tiempos de insomnio y carencia sometidos a las sagas de entresueños de un dolor esculpido en el recuerdo y en el aire de una mirada seca, que se tornan en despertares a la futilidad callada y la impotencia. Y, aun así, hoy nos late el corazón del misterio cuando la memoria del alma se hallaba perdida en el tiempo. Rendidos al son de una tierra que gira sin nuestro permiso, que desgrana viejas voces de una canción reservada al murmullo del agua. Cansados de soportar el dolor y la angustia bajo los zapatos y aún aguantar los pasos. Y todavía buscamos que un loco sueño nos despierte a un alba llena de brumas con la boca repleta de asombro y de un algo diferente que decir. Pero qué...

         Nada más entrar al antro, Alex buscaba a los del grupo con la vista. Recorrió la zona de la derecha en la que habitualmente se acomodaban, entre la rampa de salida de la cinta de aprovisionamiento y la enorme pantalla extensible de visionado. El local de aspecto tan funcional estaba dotado de luces indirectas de alta resolución, pero al estar graduadas para ambiente íntimo no se distinguían las figuras todo lo deseable que exigía la perspectiva desde la periferia.      Dio con ellos al poco, observándolos sentados más al fondo que de costumbre. Tras de encargar su brebaje de sabor azur ácido, se les acercó. Les saludó. Era muy importante conservar las formas.      - ¡Ey!      - ¡Eho! – fue la respuesta a coro de los cinco allí reunidos.      - Creíamos que vendrías con Natale… – era Celes quien le preguntaba.      - …que para algo es t...