Los ojos y los ecos

  Me quita el sueño soñar en un mañana distinto. Duele el dolor del viento al respirar aceptando las llagas y fríos de la garganta y el de los pasos sometidos por heridas. Voy andando por parajes del afecto y del recuerdo que ansía un abrigo. Voy perseguido por la conciencia y por los malos augurios del silencio. Se atardece tarde la memoria del alma y se oculta bajo el manto de una noche de pesadillas y figuraciones turbias, que ciegan el atisbo de la mañana. Busco unas pocas siluetas conocidas al trasluz de una bruma extraña. Pero sólo la lumbre de mi sombra y el resonar de mis pasos me hacen compañía.

         Marisa aguardaba la vuelta del divino Ángel. Lo llamaban así por la maestría con que ejecutaba su arte y por lo envanecido que se mostraba. A eso de las diez y media de la noche había salido para despejarse un rato, según dijo él. Marisa tenía el convencimiento de que se había marchado en busca de alguna prostituta con la que confraternizar. Tampoco le importaba demasiado mientras a ella la dejara en paz. Habían sido pareja, pero aquellos tiempos se habían acabado hace tiempo. Ahora habían llegado a un entendimiento que al menos les permitía compartir una habitación doble, aun con estancias separadas, como la del hotel Fanal en que se hospedaban.      La dulce Cloe estaba alojada entre tanto en el armario, apoyada en su bastidor, a la espera.      Ángel y Marisa formaban parte de una pequeña compañía de nombre Penumbras, que conformaba un teatrillo de marionetas ambulante. En la modalidad del tipo bu...

  Se curó del olvido de ser extraño   y del dolor del pertenecía. Pero tuvo achaques de apariencia y residuos cansados de yomanías y etiquetas de medianía y parasiempres. Nunca pudo quitarse de la querencia y del delirio de un sobrevivir que miente. Aprendió a salvarse del influjo de la luna y de los coletazos de inocencia, a salvaguardarse del miedo a ser quien era y a buscar todo el sentido de un mundo que aún camina cuando agoniza hasta el eco. Aquejado de intransigencia y duda, sólo quiere conocer el secreto de un día que cura la melancolía un día cualquiera y sin darse cuenta caer en la muerte del silencio.