Los ojos y los ecos

 

           Fue el Almacid el que determinó que el monje llamado El Gran Intuidor y sus discípulos edificaran el santo templo. Se dice también que Él provocó la gran aberración, la paradoja de ser hallado algo tan inefable y definitivo por un niño perturbado de la calle en un vertedero. Como si generarse en un estercolero fuera acorde con su naturaleza. Como si sólo de un nacimiento bastardo pudiera originarse algo tan puro. Y se diría, al mismo tiempo, que fue un aborto espontáneo, un despropósito espurio el que generó el sincretismo. Pero dígase que en realidad quiso mostrarse bajo la luz de un engaño, de un equívoco irrefutable, para desdecirse al tiempo de reafirmarse.      Pero por fin allí estaba. Una vez que se entraba en la capilla y elevabas la vista, encontrabas un techo convertido en el reflejo de un cielo acuoso hecho de ondas concéntricas de luz y sombra que se escalonaban sin fin, un sinfín de espejos que lo refl...

  Soy un personaje intranscendente en una novela anónima. Exhala de mí la palabra apócrifa que se pierde entre el vocerío del viento. Asumo la catarsis y el castigo eterno de un luto y una culpa cualquiera, aunque no me pertenezca su delito, porque soy el autor de otros muchos. Camino a rastras y en trance por el suelo, porque mi alma ya sólo vuela en sueños. Pero nunca entregaré mi figura a la tierra porque en ninguna parte querrán recibirme como regalo. Cabalgo a lomos de la muerte insomne con una herida en el costado, con la vida que se escapa a cada galope.

  Adictos al sueño del humo y el trance, abrid los armarios para que los recuerdos salgan huyendo con el pulso del olvido. Tirad las puertas para que entre el aire y las voces que llaman a las horas y a todas las cosas por su propio nombre. Señores que tienen encadenadas las palabras a los libros apócrifos de las respuestas fáciles y apropiadas, de los relatos ilusorios y las reglas gramaticales, soltad las letras para que formen términos nuevos y proporcionen el sentido del delirio y del sueño a las cabezas de acero y de piedra. Dioses escondidos en lo más pequeño, liberad el alma de tullidos y ciegos voluntarios, y de los huidos por miedos, para que rompan sus hilos y corazas y que formen una columna viajera de labios que besan y miembros que abrazan.