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Mostrando entradas de junio, 2023

OSCURECIDOS (Poema)

  Oscurecidos. Al principio con el morir del viento nos reuníamos al final de la tarde para recordar rostros que iban desapareciendo, como nublándose de paraje en pasaje. Más tarde sólo coincidíamos a veces y nombrábamos a los desaparecidos, que definitivamente se fueron perdiendo. Luego dejamos de juntarnos en corros por miedo a que llegara el alba con la noche cosida a nuestros ojos. En ocasiones soñábamos con el día en que pudiéramos hallarnos. Después empezamos a ignorar los nombres y tuvimos la osadía de inventar nuevas memorias. Al poco nos entró la culpa de desoír a los conocidos y relegar las horas. Enseguida empezamos a rehuir encontrarnos y nos esquivábamos ante el pavor a no reconocernos. Al final fuimos espaciando los diálogos y los silencios y nos encerramos en el ayer de estas estancias abandonadas de par en par. Y cerramos puertas y ventanas. Por último, dejamos de saber de donde veníamos, hasta sospechar que nunc...

MOMENTOS CESANTES (Poema)

       Sin preverlo surgieron los contratiempos: Un aire amargo y triste de palabras cansadas, extenuadas, hartas de ser silencios indecibles, de despedirse de forma tácita. Una luz agónica, emboscada a mi espalda entre marañas de hojas y malezas. Las sombras vagan, se asustan y se contemplan en los remansos, en los reflejos mortecinos del agua. A contracorriente, los ojos buscan y regresan a los cuartos recónditos donde ocurrieron felices recuerdos. Los caminantes detienen su viaje y encienden los fuegos de sus corazones para arroparse con sus voces. Las manos persiguen las caricias de seda de otras manos que se abren a su paso. Contrasol de unas figuras que son borrones. Los sueños escogen una estrella distante y joven para darle nombre y contarle sus secretos y sus cábalas. Un viejo humilde se va muriendo en la clandestinidad de su alcoba solitaria. Colores contrahechos que destiñen surgen para cerrar la noche en s...

RUMORES Y ESPEJOS DE BARAKALDO 1

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LA HORA DE ATRÁS : Parte II y Final (Relato)

       Deambuló sin ningún destino. No conocía la urbe en absoluto. Todo le era extraño y ella lo admiraba aturdida. Los transeúntes, especialmente los varones, parecían contemplarla con aprensión y asombro, cuando no con el deseo reflejado en las pupilas clavadas en su figura. Las mujeres bajaban sus miradas esquivas, como avergonzadas. Sólo un anciano, envuelto en un atuendo similar al del Mahatma, la observó con curiosidad, con una mirada tal vez compasiva. Le preguntó solícito en inglés si buscaba alguna dirección o institución concreta. Adela no supo qué contestar. Desconfiaba incluso de aquellos simpáticos ojos.      Prosiguió un camino sin rumbo. Atravesó un mercado. Los olores tan densos y el colorido de los objetos y las telas expuestas le impulsaron a pararse y reposar la vista. De inmediato, una caterva de vendedores se le aproximó ofreciéndole sus productos prácticamente delante de la nariz. Continuó hacia lo que parecía el final de lo...