PROMETEO (Relato)
El teatrillo de la universidad era un lugar muy especial para mí. Pequeño y coqueto, disponía de la equipación imprescindible para ejercitarse en las prácticas histriónicas. Su tenue luz, sus cortinajes, sus arcos de medio punto de antigua construcción, me producían un efecto sedante y una especie de tristeza sentimental rayana en la añoranza. El lugar ideal para reflexionar, para rebuscar entre los recuerdos y para matar el tiempo, el deseo y las promesas. La búsqueda del fuego eterno, la quimera de antiguos actores, había concluido con la acostumbrada inclinación de cintura de los personajes, la postrera reverencia falta del aplauso final. Subí al proscenio por la escalerita lateral que unía el pequeño patio de butacas con el escenario. Sobre la marca del foco cenital di media vuelta cara a los espectadores perdidos. El vacío de nadie ante los ojos y un solo actor ante las butacas, un único yo…Las manos en los bols...