Aquí a tu lado, prendido tu latido, mientras vuelves a la roca madre, aprisa, sigues siendo un hombre tranquilo que sólo busca una felicidad sencilla. Y estoy seguro, si contemplándote digo, que fuiste sencillamente feliz, vida, sinceramente tú mismo. Ya ni recuerdo … ¡Cuántos desacuerdos! Distancias, lejanamente, olvidos. Pero no hay reproche sino vacíos. Y ahora no sé en qué sueño, perdiéndote, te me has ido yendo. Así en eco luce la luciérnaga en tus ojos huidos. ¡Qué poder tenía en tu camino tanto, tanta senda sin regreso en esos lugares que por nuevos asombran al recién venido! Aquí a tu lado, hombre tranquilo. Aquí ya sabes, sigue el viento, azotando, persiguiendo, aunque tú estés dormido. Ahora que tu tiempo vuela huido entre los rotundos huecos que dejaste sin llenar, ardiendo tu frío. ¡Cuántas cosas quedaron sin haber sucedido!